Por Leandro Albani / El Salto
El régimen de los talibanes, que gobierna con mano de hierro Afganistán desde hace tres años, tiene la obligación de “ordenar el bien y prohibir el mal”. Así lo confirmó el portavoz del Ministerio de Justicia, Barkatullah Rasooli, en una declaración difundida por el canal afgano Tolo News. Para los discípulos del misterioso y ya fallecido mulá Omar, el combate contra el mal incluye prohibir la música y cercenar los derechos de las mujeres hasta lo más mínimo posible.
El derrotero que vive el país desde el retorno de los talibanes al poder, en agosto de 2021, se convirtió en una pendiente hacia un abismo que a nadie parece preocuparle. Con el abandono desastroso de las fuerzas militares estadounidenses de Afganistán, los talibanes tuvieron las puertas abiertas para lanzarse sobre Kabul luego de varias décadas de encabezar una guerra irregular contra las tropas ocupantes. El “enemigo público número uno” para Washington después de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, por estos días quedó en el olvido. Y ese olvido —responsabilidad de Estados Unidos y sus aliados en la aventura bélica afgana—, se convirtió en un látigo impiadoso para las mujeres.
La Casa Blanca y sus socios internacionales hicieron todo lo posible para que Afganistán se transformara en tierra fértil para los talibanes. La caída del gobierno de Kabul y la huida de las tropas norteamericanas fueron las últimas cartas que se derrumbaron en un castillo de naipes que nunca nadie quiso reconstruir desde sus cimientos.
En una nación devastada por una invasión militar que duró dos décadas, los espacios democráticos conquistados por las mujeres afganas también se derrumbaron con la llegada de los talibanes. A Estados Unidos, pero tampoco a China, Rusia o la Unión Europea (UE), no le interesa demasiado que las mujeres de Afganistán sobrevivan en un sistema de semi-esclavitud. Más allá de pronunciamientos públicos o indignaciones televisadas, a los líderes de las potencias mundiales el “problema afgano” los tiene sin demasiado cuidado. Y ante esa postura, los talibanes dominan a los pueblos de Afganistán en base a la represión y las prohibiciones justificadas por una interpretación del Islam cuestionada por buena parte del mundo musulmán.
En las últimas semanas, el régimen talibán tomó medidas que, sorprendentemente, tuvieron críticas tibias y formales como respuesta internacional. Bajo el nombre de Ley para Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, y conformada por cuatro capítulos y 35 artículos, las sentencias de la normativa se pueden resumir de la siguiente manera:
—Las mujeres deberán llevar vestimenta que les cubran el rostro y el cuerpo para no “causar tentación”.
—Deben evitar hablar en voz alta, lo que incluye cantar, recitar o hablar frente a micrófonos, ya que los talibanes lo consideran una falta de “modestia” y un “vicio”.
—Los conductores de transportes tienen prohibido llevar a mujeres adultas sin un tutor masculino legal. Y si esto último sucede, los hombres y las mujeres no podrán sentarse uno al lado del otro dentro del vehículo.
—Los hombres también tienen la prohibición de usar corbata, afeitarse o recortar la barba por “debajo de la longitud de un puño”. Peinarse, para el régimen de Kabul, es considerado una violación a la ley islámica. Tampoco pueden tener descubierto el cuerpo desde el ombligo hasta las rodillas cuando están fuera de sus casas.
—La ley alcanza a los medios de comunicación, que tienen vedado “humillar o insultar a los musulmanes”. En este caso, los talibanes prohibieron crear, conservar o publicar imágenes de seres vivos, ya sea dibujar un animal o llevar una foto de un familiar.
—En la normativa se remarca que la policía moral debe impedir el “uso indebido” de grabadoras y radios, como también la reproducción de música, porque, según los talibanes, viola la ley islámica.
—La ley además permite a la policía de la moral interferir en la vida pública de los y las afganas, desde cómo se visten hasta qué comen y beben.
Si la nueva ley no es cumplida por los y las ciudadanas —según lo estipulado por el régimen de Kabul—, o las personas cometen un “acto reprobable”, serán sometidas a “ser advertidas y asustadas por la retribución divina de Dios”, recibirán una multa o una condena de prisión de hasta tres días.
El encargado de hacer cumplir la norma es el temido Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio (o Ministerio de la Moralidad). La nueva ley ya fue ratificada por el líder supremo del país, Haibatullah Akhundzada.
Ante este nuevo panorama, la jefa de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán, Roza Otunbayeva, declaró: “Tras décadas de guerra y en medio de una terrible crisis humanitaria, el pueblo afgano merece mucho más que ser amenazado o encarcelado si llega tarde a las oraciones, mira a alguien del sexo opuesto que no es un miembro de su familia o posee una fotografía de un ser querido”. La funcionaria agregó que la legislación aprobada “extiende las restricciones ya intolerables a los derechos de las mujeres y de las niñas, e incluso el sonido de las voces de las mujeres fuera de sus hogares es aparentemente una falta moral”.
Por su parte, desde el gobierno español el canciller José Manuel Albares manifestó el “rechazo total” a la nueva ley afgana. Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Ejecutivo, también se expresó: “Casi tres años de opresión y agravio a las mujeres bajo la barbarie del régimen talibán. No nos olvidamos de todas aquellas que ven sus libertades coartadas cada día”. Por el momento, no se conoce una declaración al respecto por parte de la Casa Blanca.
En consonancia con la nueva ley, a finales de agosto se conoció que, en el último año, el régimen destruyó más de 21.000 instrumentos musicales y 30.000 CD’s con películas calificadas como “inmorales”. El anuncio fue realizado por el portavoz del Ministerio de la Moralidad, Sheikh Muhibullah Mukhlis, que también afirmó que 25.000 trabajadores del sector de las comunicaciones fueron suspendidos por distribuir “películas vulgares”.
Desde que los talibanes tomaron el poder, las mujeres tienen prácticamente prohibido educarse en el sistema formal y un sinfín de restricciones en el ámbito laboral. A mediados de agosto, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) alertó que casi un millón y medio de niñas fueron deliberadamente privadas del acceso a la educación secundaria, lo que supone un aumento de 300.000 desde su último recuento, en abril de 2023. Según el último informe anual de Amnistía Internacional, en junio y julio de 2023 más de 4500 mujeres fueron despedidas de sus empleos en el sector educativo. A su vez, los talibanes ordenaron la decapitación de maniquíes en tiendas de ropa y se regalaron el derecho a ingresar a restaurantes, bodas y hoteles para confirmar que la música que tanto temor les genera no suene en algún rincón del pecado. El propio Ministerio de la Moralidad reconoció que sólo en 2023, más de 13.000 personas fueron detenidas temporalmente por no cumplir con la ley islámica.
Así las cosas en Afganistán, el país al que nadie quiere recordar.
Comentarios