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Si bien nunca la muerte de una persona es motivo de celebración, no deja de ser curioso que Silvio Berlusconi haya sido velado con honores y pompa en Italia. En su larga trayectoria política, personificó la corrupción, la desigualdad y el abuso de poder. Su fallecimiento marca tan sólo el fin de un personaje sombrío con aires de capo mafia, pero todo lo que representa y encarnó desde el poder sigue bien vigente en Italia y en toda Europa.
Sin dudas, lo más destacable en su paso por el gobierno italiano es la sombra de la corrupción que siempre lo acompañó. Desde acusaciones de sobornos y fraude fiscal, hasta juicios por malversación de fondos, su legado está manchado por escándalos que evidencian su afán de impunidad y su desprecio a la igualdad. Berlusconi utilizó su posición de poder para enriquecerse y procurar salir indemne tanto él como sus secuaces, mientras el pueblo italiano sufría las consecuencias de las políticas de una elite corrupta, su modelo neoliberal y un sistema judicial que parecía cómplice.
Durante su mandato, Berlusconi contribuyó a agravar la inequidad en el país. Su estatus como magnate de los medios y empresario le permitió utilizar su poder político para favorecer a los ricos y poderosos. Sus políticas promovieron los intereses de las grandes corporaciones a expensas de los trabajadores y las clases desfavorecidas. Simbolizó la concentración de riqueza y el poder en manos de unos pocos.
Su agenda política estuvo marcada por el desprecio a los derechos laborales y sociales. Su enfoque de la flexibilización laboral y la desregulación favoreció a los empleadores, debilitando la posición de los asalariados, cuyos derechos fueron erosionados en aras de una supuesta "competitividad", mientras que los servicios públicos esenciales, como la educación y la salud, sufrieron recortes drásticos.
A su vez, dejó un legado de intolerancia y discriminación. Sus declaraciones sexistas, misóginas y xenófobas, así como su hostilidad hacia los movimientos progresistas y grupos minoritarios revelan una mentalidad retrógrada y excluyente.
Un mundo en el que prevalezcan los principios de igualdad, justicia y bienestar para todos, dejará atrás los oscuros días en los que líderes como Berlusconi fueron tolerados y hasta glorificados.