Por Olga Cristóbal / Política Obrera
Todo indica que Israel avanza hacia una guerra abierta que le permita ocupar el sur de El Líbano. El objetivo, dicen, es restablecer una “franja de seguridad” en la frontera norte del país, zona que más de 60 mil israelíes debieron abandonar a partir de octubre del año pasado cuando Hezbollah comenzó a enviarles algunos misiles como recordatorio de que los palestinos no estaban solos. En su discurso en Washington, sin embargo, Benjamín Netanhayu se había descripto como una avanzada hacia una meta más ambiciosa: Teherán.
Muchos de los “refugiados” israelíes, que hace un año viven en hoteles o con parientes, diseminados por el resto de Israel, sin embargo, se han pronunciado contra una extensión de la guerra hacia El Líbano en la comprensión de que una invasión de destino incierto hará aún más lejano el regreso a su casa (Haaretz 24/9).
La ola inédita de bombardeos en el sur de El Líbano y otras partes del país que no cesan desde el viernes pasado tienen el sello de la masacre de población civil que caracteriza al régimen sionista: han dejado más de 560 muertos y 1.830 heridos, según informó el Ministerio de Salud libanés. El lunes fue el día más mortífero para el país desde su guerra civil de 15 años, que terminó en 1990. El Líbano es un país pequeño, de 10 mil km2, donde viven solo 6 millones de personas.
La matanza llega tras una semana frenética de ataques israelíes a través del estallido de beepers, walkie Talkies y paneles solares que dejaron decenas de muertos y unos 4.000 heridos en un acto de terrorismo de masas.
Los medios occidentales describen a la milicia chiita “con sus redes interrumpidas, sus combatientes mutilados, sus líderes asesinados y su infraestructura militar bajo bombardeo constante, en la peor crisis en cuatro décadas” (BBC, 24/9).
El martes el Ejército israelí también bombardeó el barrio de Dahiye de Beirut, bastión de Hezbollah, con el objetivo de asesinar a un alto dirigente de la milicia Ali Karaki, jefe del frente sur. Se trata del segundo bombardeo allí desde el viernes pasado, cuando los sionistas mataron a dos jefes de las fuerzas de élite Radwan, Ibrahim Aqil y Ahmed Wahbi.
“Estamos atacando la infraestructura de combate que Hezbolá ha estado construyendo durante los últimos 20 años. Y preparándonos para las siguientes fases”, se gratificó el jefe del ejército israelí, Herzi Halevi. La matanza iguala los días más sangrientos de la invasión de Gaza.
Aunque el principal portavoz militar de Israel, el contralmirante Daniel Hagari, dijo que el enfoque actual estaba centrado en una campaña aérea, no terrestre, “si Israel se queda sin otras formas de presión militar, una invasión sería una de las pocas opciones militares que le quedarían”, disculpa de antemano el New York Times (22/9).
De hecho, Netanyahu mantiene a miles de militares listos ante una posible invasión terrestre. “Tenemos varias divisiones ofensivas, altamente entrenadas y altamente motivadas que están listas, dispuestas y capacitadas para llevar a cabo esa misión”, afirmó uno de los jefes en la zona (El País, 24/9). Las tres divisiones, que fueron retiradas de Gaza, suman 15 mil efectivos.
Los israelíes instaron a la población civil a abandonar sus hogares “de inmediato”. “Si están ubicados en un edificio que pueda ser usado por Hezbollah, salgan del pueblo y no vuelvan hasta recibir otro mensaje”, es el mensaje que han recibido 80.000 residentes en sus teléfonos, en árabe y hebrero desde un número libanés.
La ruta de la costa libanesa colapsó con la huida de miles de familias. El gobierno abrió las escuelas para afrontar el “gran desplazamiento” de personas que se prevé.
“Estamos esperando el pirateo de plataformas y canales, como parte de la guerra psicológica”, ha declarado en una conferencia de prensa el ministro libanés de Comunicaciones, Ziad Makary. Las leyes internacionales prohíben expresamente este tipo de movilizaciones forzosas, aunque su finalidad sea atacar lugares en los que se encuentran milicianos armados.
En un mensaje grabado, Netanhayu aclaró “a los libaneses” que la guerra no es contra ellos y que después podrán “regresar sanos y salvos a casa”. Es la misma estrategia que Israel ha empleado con la población de Gaza, en muchos casos para bombardear después las caravanas de desesperados. En Gaza se cuentan 41.467 los muertos, la mayoría mujeres y niños, y bajo los escombros yacen por lo menos otros 10 mil. The Lancet señala que la cifra ascendería a por los menos a 150 mil muertos.
Netanyahu ha admitido que se avecinan “días complejos”, en un mensaje grabado tras reunirse en la sede militar de Tel Aviv con el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y con Halevi. “Prometí que cambiaríamos el equilibrio de poder en el norte [de Israel] y es exactamente lo que estamos haciendo”, dijo.
Gallant afirmó que los ataques continuarán "hasta que logremos nuestros objetivos: devolver a los residentes del norte de Israel sanos y salvos a sus hogares".
Algunos expertos sugirieron que los recientes ataques habían debilitado en gran medida a Hezbollah. “No tienen opciones”, afirmó Hilal Khashan, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Americana de Beirut. “Israel ha inutilizado a Hezbollah”.
Sin embargo, otros no comparten tanto optimismo. “El conflicto podría convertirse en una situación sin salida, como la guerra de Gaza. Es un poco como decirle a Estados Unidos en 1980: 'Volvamos a Vietnam'”, dijo Daniel Byman, investigador del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington y ex funcionario del gobierno estadounidense.
“No va a ser un paseo por el parque» si hay una guerra a gran escala, coincidió Assaf Orion, un general de brigada retirado del ejército israelí. (WTJ, 24/9).
Israel se enfrenta a desventajas estratégicas. Hezbollah “no trataría de ganar una guerra contra Israel en un sentido convencional. Su objetivo sería más bien atrapar a las fuerzas israelíes en una guerra de desgaste, del mismo modo que Hamás, un grupo más pequeño y menos armado, ha logrado sobrevivir a los 11 meses de asalto israelí a Gaza”.
En los últimos meses, Hezbollah habría acelerado sus preparativos bélicos, ampliando su arsenal y la red de túneles en el sur del Líbano, reubicando combatientes. «El sur es como una colmena en este momento», dijo un ex oficial de Hezbollah.
A pesar del golpe que el propio Hassan Nasrallah admitió que es muy importante, Hezbollah no solo no ha cesado de enviar misiles, sino que amplió el radio de llegada. Y son los suficientes como para que las alarmas suenen constantemente en todo el norte de Israel. Al punto que Gallant haya pedido a los israelíes que “muestren compostura, disciplina y obediencia total a las directivas del Comando de Defensa Civil” (BBC, 24/9).
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