El sionismo y el neo-otomanismo luchan por la hegemonía en Siria
- Fuente citada
- 4 abr
- 4 Min. de lectura
Por Joan Balfegó | Nueva Revolución

En los últimos días, Siria se ha convertido en el epicentro de una pugna por el control regional entre Israel y Turquía, dos regímenes con ambiciones expansionistas que amenazan con desestabilizar aún más una región ya marcada por años de conflicto. Esta semana, el régimen israelí ha intensificado su campaña de bombardeos aéreos sobre territorio sirio, destruyendo infraestructuras clave como el aeropuerto militar de Hama y la base aérea de Homs. Estos ataques no son casuales: ambos sitios habían sido identificados por Turquía como emplazamientos estratégicos para establecer una presencia militar significativa, un proyecto impulsado por Ahmed Al-Sharaa, líder del régimen yihadista sirio títere de Ankara.
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, no ha ocultado la intención detrás de estas operaciones. En declaraciones recientes, Katz afirmó haber advertido a Al-Sharaa que cualquier intento de permitir la entrada de fuerzas hostiles en Siria que comprometan la seguridad de Israel tendría un costo elevado. Los bombardeos, que han dejado el aeropuerto de Hama prácticamente inutilizable y han arrasado instalaciones en Homs, son una clara señal de advertencia al presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, y a sus planes de expandir la influencia de Turquía en el país vecino. Este enfrentamiento pone de manifiesto un choque directo entre las ambiciones expansionistas del sionismo israelí y el neo-otomanismo turco, dos visiones que buscan consolidar su hegemonía en Oriente Medio a cualquier precio.
El trasfondo del conflicto
Desde la caída del gobierno de Bashar al-Assad en diciembre de 2024, Siria ha quedado sumida en un vacío de poder que tanto Israel como Turquía han intentado explotar en su beneficio. Para Turquía, Siria representa una oportunidad de oro para proyectar su influencia regional, debilitar a las milicias kurdas en el norte –como las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), apoyadas por Estados Unidos– y facilitar el retorno de millones de refugiados sirios que actualmente residen en su territorio. Erdoğan, con su retórica neo-otomana, ha promovido la idea de convertir a Turquía en el principal garante de la estabilidad siria, un papel que incluye la instalación de bases militares permanentes y el entrenamiento de un nuevo ejército sirio leal a Ankara.
Por su parte, Israel ve en la creciente presencia turca una amenaza directa a sus intereses. Tel Aviv ha mantenido durante décadas una política de intervenciones aéreas en Siria para neutralizar arsenales que pudieran caer en manos de grupos como Hezbolá o para evitar que potencias rivales, como Irán, consoliden su influencia en el país. La posibilidad de que Turquía, un país con una postura cada vez más hostil hacia Israel establezca bases militares a pocos kilómetros de la frontera con los Altos del Golán ha encendido las alarmas en Jerusalén. Los ataques a Hama y Homs son, en este contexto, un mensaje inequívoco: Israel no tolerará que Turquía transforme Siria en un trampolín para sus ambiciones regionales.
Una advertencia con implicaciones profundas
Los bombardeos israelíes no solo han destruido infraestructura militar clave, sino que también han enviado una advertencia política a Erdoğan y Al-Sharaa. La base aérea de Homs, en particular, estaba destinada a convertirse en un centro neurálgico para las operaciones turcas, incluyendo el despliegue de drones avanzados y sistemas de defensa aérea. Según fuentes locales, el ataque israelí del 2 de abril dejó la instalación completamente inoperativa, un golpe directo a los planes de Ankara. Este acto de sabotaje militar refleja la determinación de Israel de limitar las actividades turcas en Siria y mantener su supremacía aérea en la región.
Sin embargo, la respuesta de Turquía no se ha hecho esperar. Altos funcionarios en Ankara han condenado los ataques, calificándolos de “inconcebibles” y acusando a Israel de ser “la mayor amenaza regional” debido a sus “ambiciones expansionistas”. Esta retórica beligerante sugiere que Erdoğan podría estar dispuesto a escalar su postura, ya sea mediante el envío de refuerzos militares a Siria o intensificando su apoyo a facciones islamistas que podrían servir como proxies contra Israel. La tensión entre ambos países ha alcanzado un punto crítico.
Un polvorín regional en ciernes
El enfrentamiento entre Israel y Turquía en Siria tiene el potencial de desencadenar una escalada mayor con consecuencias imprevisibles. Por un lado, la intervención israelí podría empujar a Turquía a buscar aliados alternativos. Por otro, la postura agresiva de Ankara podría incomodar aún más a sus socios en la OTAN, especialmente a Estados Unidos, que mantiene una presencia militar en el noreste de Siria y ve con recelo las maniobras turcas contra las fuerzas kurdas.
En este escenario, los regímenes de Tel Aviv y Ankara emergen como actores que, lejos de buscar la estabilidad, priorizan sus intereses sobre la paz regional. Israel, con su doctrina expansionista, y Turquía, con su sueño neo-otomano, están jugando con fuego en un país devastado por más de una década de guerra civil. La población siria, atrapada en medio de esta lucha, enfrenta una vez más las consecuencias de las ambiciones extranjeras, con infraestructuras destruidas y la esperanza de reconstrucción cada vez más lejana.
La lucha por la hegemonía en Siria entre Israel y Turquía no es solo un conflicto de intereses estratégicos, sino una colisión de ideologías y visiones imperiales que amenaza con desestabilizar aún más Oriente Medio. Los recientes ataques israelíes son un recordatorio de que Tel Aviv no dudará en emplear la fuerza para proteger sus intereses, mientras que la respuesta turca evidencia que Erdoğan está dispuesto a desafiar a cualquier adversario en pos de su proyecto regional. Una rivalidad que podría derivar en un conflicto abierto, con Siria como campo de batalla y el resto de la región como rehén de sus impredecibles repercusiones. La paz y la estabilidad, tan anheladas por los pueblos de la zona, parecen hoy más lejanas que nunca.