Por Luciano Arienti / Prensa Obrera
Las elecciones legislativas en Austria, que darán lugar a la formación de un nuevo gobierno, tuvieron como primera minoría a una formación de ultraderecha, el FPÖ (Partido de la Libertad) liderado por Herbert Kickl con el 29% de los votos emitidos. Esta cifra le otorga 56 sobre 183 bancas en la cámara austríaca, una cantidad ligeramente superior a sus anteriores picos históricos de 2017 y 1999.
El crecimiento del FPÖ, cercano a 13 puntos, se explica por el derrumbe de los partidos europeístas tradicionales, hoy en el gobierno. El partido de la derecha conservadora tradicional, que detenta el actual canciller, saca un 26%, cayendo 11 puntos. Los verdes, el partido del presidente, descienden del 14 a menos del 9% del total. La derecha liberal tradicional llega a los 9 puntos, un resultado algo superior al pasado.
Como contrapartida, la socialdemocracia mantiene y gana un escaño, mientras que tanto el Partido Comunista como una formación “antisistema” llamada Partido de la Cerveza multiplican sus resultados y sobrepasan el 2% -aunque lejos del piso de 4 puntos para ingresar.
El sistema austríaco elige representantes tomando a la totalidad del país como un distrito único. Por ello es importante señalar que, a pesar del recuento general, la ultraderecha no logra alzarse con la victoria en ninguna ciudad importante. El triunfo allí corresponde al Partido Socialista de Austria, incluyendo la capital Viena por casi 9 puntos. El PS gana en cuatro de las cinco ciudades más populosas.
En el entorno urbano, el crecimiento de la ultraderecha es inferior al promedio general. Por su parte, la socialdemocracia y las expresiones de izquierda (PC, independientes) alcanzan guarismos superiores a la media. Los votos en rechazo al gobierno, en esta geografía, se dividen hacia derecha y también hacia izquierda.
El FPÖ hace su diferencia en las áreas rurales pobres y en los viejos complejos industriales desmantelados tras las sucesivas crisis económicas. Gana en los estados de Alta Austria, Carintia, Estiria y Burgenland, estos tres últimos con tradicional primacía del Partido Socialista.
La campaña política del FPÖ combina el rechazo a los migrantes con una feroz crítica a las medidas de austeridad del Banco Central Europeo y al sostenimiento económico de la guerra en Ucrania. Esto los ha acercado a posiciones de populismo nacionalista, levantando la necesidad de recuperar subsidios, empleo y restablecer lazos comerciales fuera de las regulaciones de Bruselas y Berlín. En cuanto al problema agrario, es notoria su oposición a los cupos europeos y los tratados de libre comercio, en especial con el Mercosur -lo cual es compartido por el PS y el PC.
La socialdemocracia, buscando el voto de izquierda, colocó como primer punto su rechazo a la reforma jubilatoria, además de una batería de iniciativas de derechos sociales y laborales que se combina en el plano ideológico con la negativa a una coalición con la ultraderecha y la defensa de la “democracia”.
El desenvolvimiento de la guerra imperialista ha tenido un impacto de primer orden en Austria, tanto por la cercanía al teatro de operaciones como por los vínculos comerciales con Rusia. Entre otros aspectos, Austria importa casi la totalidad de su gas desde Rusia, cifra que se ha recuperado tras un retroceso durante el inicio de la guerra y que no baja del 80% desde diciembre del 2023, con picos de 97 y 98 por ciento del total (Financial Times, 24/8).
Los conocidos vínculos del FPÖ con el gobierno de Vladimir Putin, que en el periodo anterior le habían costado la expulsión de la coalición gobernante, hoy le permiten posar frente a sectores plebeyos como una expresión de bronca contra las consecuencias económicas de participar en una guerra ajena. El FPÖ responde, a nivel continental, al sector del primer ministro húngaro Viktor Orbán y de la francesa Marine Le Pen, y comparte el planteamiento estratégico de cambiar la Unión Europea “desde dentro”. Hace décadas que está naturalizada su participación en coaliciones que llegaron al poder, fungiendo en ministerios de peso. Todo esto a pesar de reivindicar un pasado nazi. Es aquella situación singular la que le ha permitido capitalizar por derecha el desgaste del gobierno.
Tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista, que a nivel europeo avalan la guerra imperialista y se someten a los dictados y gastos presupuestarios de Bruselas, se han inclinado hacia una línea contemporizadora en el plano local.
El PS condena a Rusia desde una retórica pacifista, a la vez que rechaza el ingreso a la Otan y el gasto armamentístico. En su plataforma, el PC evita un posicionamiento decidido y llama a “centrarse únicamente en ayudar a la población civil afectada, sin apoyo a las partes en conflicto”. Se oponen a la Otan y a los ejercicios militares conjuntos, a la par que reivindican el rol de Naciones Unidas y el proceso de paz europeo. Desde esa “neutralidad” denuncian al FPÖ por avalar que “las tropas de la Otan avancen a través de Austria” y por “estar más interesado en el gas de Putin que en la paz”.
La situación en Palestina solo es mencionada en la plataforma socialdemócrata, aunque para darle la espalda y plantear una Austria neutral. En los planteos del PC, está ausente. Una novedad de la elección fue la presentación de una “Lista por Gaza” con el lema de “voces contra el genocidio”. Conformada por reconocidos activistas, obtuvo cerca de 20 mil votos.
Hacia el futuro, el interrogante es la formación del nuevo gobierno, sin mayorías claras. Se baraja tanto una nueva integración de la ultraderecha a la derecha tradicional, como una coalición amplia de todos menos el FPÖ. Es la “democracia” europeísta la que le abre las puertas a la ultraderecha y a los fachos. La izquierda debe dejar atrás todos sus apoyos a la guerra imperialista y salir a las calles para reconquistar a la clase obrera.
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