El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, ha decidido no buscar la reelección como líder del Partido Liberal Democrático (PLD), lo que implica su renuncia al cargo de primer ministro. Esta decisión, que marca el fin de su mandato de tres años, responde al creciente descontento público causado por escándalos políticos y el aumento del costo de vida en el país.
Kishida asumió el poder en octubre de 2021, y aunque inicialmente contó con un apoyo considerable, su imagen se ha deteriorado significativamente. Su popularidad cayó a un 25% debido a varios factores, incluidos los vínculos del PLD con la controvertida Iglesia de la Unificación y un escándalo relacionado con donaciones políticas no registradas. Además, el descontento público se incrementó cuando los salarios no lograron seguir el ritmo de la creciente inflación, un fenómeno relativamente nuevo en Japón tras décadas de estancamiento y deflación.
En un intento por revitalizar la economía, Kishida anunció en noviembre un paquete de estímulo económico de más de 100 mil millones de dólares. Sin embargo, esta medida no fue suficiente para calmar el malestar tanto entre los votantes como dentro de su propio partido, el cual sufrió tres derrotas en comicios locales este año. En respuesta a la creciente especulación sobre un posible anticipo electoral, Kishida optó por apartarse y permitir que el PLD elija un nuevo líder en septiembre.
Durante su mandato, Kishida también se enfrentó a desafíos significativos en el ámbito de la política económica y de seguridad. Optó por un enfoque que se alejaba de la tradicional "economía de goteo" basada en beneficios corporativos, centrándose en cambio en aumentar los ingresos de los hogares y promover la propiedad compartida. Nombró a Kazuo Ueda como gobernador del Banco de Japón, quien guió al país fuera del estímulo monetario radical de su predecesor. Sin embargo, la subida inesperada de los tipos de interés en julio, debido al incremento de la inflación, contribuyó a la inestabilidad del mercado bursátil y provocó una apreciación del yen.
En términos de seguridad, Kishida lideró un cambio histórico en la política pacifista de Japón, impulsando el mayor despliegue militar desde la Segunda Guerra Mundial. Comprometió al país a duplicar su gasto en defensa para 2027, alcanzando el 2% del PIB, una recomendación de la OTAN. Esta medida fue parte de una estrategia para disuadir a China de sus ambiciones territoriales en Asia Oriental. Además, Kishida reparó las relaciones con Corea del Sur, facilitando una mayor cooperación en seguridad con Estados Unidos, en respuesta a las amenazas nucleares de Corea del Norte.
El sucesor de Kishida, quien será elegido en septiembre, enfrentará la tarea de restaurar la confianza pública en el PLD, lidiar con el aumento del costo de vida y gestionar las tensiones geopolíticas en la región, especialmente en relación con China. Entre los posibles candidatos para suceder a Kishida se encuentran el exministro de Defensa Shigeru Ishiba, la ministra de Asuntos Exteriores Yoko Kamikawa, y el ministro de Asuntos Digitales Taro Kono. La elección de un nuevo líder será crucial para el PLD, que deberá afrontar unas elecciones generales previstas para el tercer trimestre de 2025, y buscará distanciarse de los escándalos recientes para asegurar su supervivencia política.
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