Impera un repugnante doble rasero occidental sobre la posesión de armas nucleares
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- 19 jun
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Por Ricardo Guerrero | Nueva Revolución

Estados Unidos e Israel han intensificado su retórica contra Irán, acusándolo de desarrollar armas nucleares y presentándolo como una amenaza inminente para la seguridad global. Este argumento, repetido hasta la saciedad, pone en evidencia la arbitrariedad y el doble rasero de la política exterior de ambos países. Mientras Washington y Tel Aviv justifican posibles acciones militares contra Teherán bajo el pretexto de prevenir la proliferación nuclear, sus propios arsenales nucleares permanecen intocables y exentos de escrutinio internacional. Esta narrativa selectiva no solo es absurda, sino que refleja una clara manipulación geopolítica.
El doble estándar en la posesión de armas nucleares
A nivel internacional, el marco legal que regula el desarrollo y posesión de armas nucleares está centrado en el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), firmado en 1968 y vigente desde 1970. El TNP reconoce a cinco países como estados con armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido, los únicos que poseían este armamento al momento de la firma. El tratado busca prevenir la proliferación de armas nucleares, promover el desarme y fomentar el uso pacífico de la energía nuclear. Sin embargo, su aplicación es profundamente desigual.
Estados Unidos e Israel, este último un estado que nunca ha reconocido oficialmente su arsenal nuclear, no enfrentan sanciones ni presiones por sus capacidades nucleares. Se estima que Israel posee entre 80 y 400 ojivas nucleares, mientras que Estados Unidos cuenta con aproximadamente 5.000, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Sin embargo, países no alineados con los intereses occidentales, como Irán o Corea del Norte, son sistemáticamente demonizados y sancionados por sus programas nucleares.
Irán, signatario del TNP, está sujeto a estrictas inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). A pesar de que los informes de la AIEA no han confirmado un programa activo de armas nucleares, Estados Unidos e Israel insisten en presentar a Irán como una amenaza existencial. Este contraste es aún más flagrante cuando se considera que Israel no es signatario del TNP y se niega a permitir inspecciones internacionales, mientras que Estados Unidos ha modernizado activamente su arsenal nuclear sin rendir cuentas.
Hiroshima y Nagasaki: la verdadera amenaza nuclear
La única nación que ha utilizado armas nucleares en un conflicto es Estados Unidos, con los devastadores bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Estas explosiones mataron a decenas de miles de personas al instante y dejaron un legado de sufrimiento que persiste hasta hoy. Cáncer, malformaciones congénitas y traumas intergeneracionales son solo algunas de las consecuencias de aquellos ataques. Se estima que más de 200 mil personas murieron directa o indirectamente como resultado de estas bombas. Este precedente histórico deslegitima cualquier pretensión de Washington de erigirse como árbitro moral en asuntos nucleares.
Mientras Estados Unidos señala a Irán como una amenaza, ignora su propia historia de uso irresponsable de armas nucleares. La idea de que Washington tiene la autoridad para dictar qué países pueden o no desarrollar tecnología nuclear es, en el mejor de los casos, hipócrita; en el peor, un ejercicio cínico de poder imperial.
La política de la demonización selectiva
La narrativa de que Irán representa una amenaza nuclear no es más que una herramienta geopolítica para justificar sanciones, aislamiento y ataques militares. Esta estrategia no es nueva: Irak fue acusado de poseer armas de destrucción masiva en 2003, un pretexto que llevó a una invasión devastadora basada en pruebas falsas. Hoy, Irán enfrenta una campaña similar, a pesar de que su programa nuclear está bajo supervisión internacional.
Por contraste, países aliados como Israel no solo evaden críticas, sino que reciben apoyo militar y financiero masivo de Estados Unidos. Esta selectividad pone en cuestión la legitimidad de las normas internacionales sobre no proliferación. ¿Por qué se permite a ciertos países poseer armas nucleares mientras otros son castigados? La respuesta radica en la geopolítica: los estados que desafían la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados son los que enfrentan el escrutinio más severo.
Estados Unidos no es el gendarme del mundo
La retórica belicosa contra Irán es un reflejo de la arrogancia y el doble estándar que caracterizan la política exterior de Estados Unidos e Israel. El historial de Washington, marcado por el uso de armas nucleares y su apoyo a aliados con arsenales no regulados, lo descalifica como juez en este asunto. Las normas internacionales sobre proliferación nuclear deben aplicarse de manera justa y universal, sin excepciones basadas en alianzas geopolíticas. Hasta que eso ocurra, las acusaciones contra Irán seguirán siendo un pretexto para mantener el control sobre una región estratégica, en detrimento de la paz y la justicia global.