La frontera entre Líbano e Israel está ardiendo mientras comienza el Ramadán, el mes de
ayuno y rezo musulmán. Aunque no hay guerra declarada, Hezbollah y las Fuerzas de
Defensa Israelí (FDI) se encuentran trenzadas en combates limitados, pero en
permanente crecimiento. Aún solo vemos cruces de cohetes, misiles y drones, pero que
se han cobrado la vida de civiles libaneses, entre ellos muchos niños. Mientras duren los
ataques en Gaza, Hezbollah está atado a continuar sus escaramuzas. Las respuestas son
necesarias, pues dentro del país 500 mil palestinos reclaman ayuda mientras Hamas, su
aliado táctico, pende de un hilo.
Mientras Israel aumenta la intensidad de sus amenazas y el alcance de los bombardeos,
Hezbollah se limita a responder sobre objetivos militares. Esta semana los aviones de
guerra israelíes cruzaron 70 kilómetros la frontera hasta llegar al valle de Bekaa, donde
asesinaron dos civiles. También hubo un ataque a Tyre (Sour), una de las ciudades
libanesas más importantes donde murieron dos personas. Un dron israelí disparó un misil
contra un automóvil que pasaba cerca de la estación de servicio de Safieddine, en la
carretera entre Sour y al-Haouch, en el cruce que conduce al campo de refugiados
palestinos de Rashidieh.
¿Quién era el objetivo de esa incursión no tripulada? Hadi Mustafa, un miembro de
Hamás que se encontraba en el auto, del cuál no hay mucha información sobre su rol
dentro del movimiento. Por su lado el ejército israelí confirmó que había eliminado "una
figura central" de Hamás en el Líbano. Esta es la primera vez que el suburbio directo de
Tyre ha sido objetivo de un ataque israelí desde el inicio de los combates transfronterizos
entre Hezbollah e Israel en octubre. Israel con el argumento de cazar miembros de
Hamás irrumpe en territorio libanés.
Un modus operandi sistematizado. Sour se encuentra a unos veinte kilómetros de la
frontera y está rodeado por tres campos de refugiados palestinos: Rashidieh, a unos cinco
kilómetros al sur, al-Buss, al este de la ciudad, y Bourj al-Shemali, también al este. Antes
de este ataque, Israel asesinó a un miembro de Hamás en el Líbano el 22 de enero, un
miembro de las Brigadas al-Qassam, Mohammed Bassem Azzam, que era del campo de
refugiados palestinos de Mieh Mieh, cerca de la ciudad costera libanesa de Sidón. El
grupo anunció la muerte de Azzam diciendo que fue "mártir durante su misión en el sur
del Líbano". El asesinato del líder político adjunto de Hamás, Saleh al-Arouri y de otros
seis miembros (dos de ellos también líderes) en una oficina de Hezbollah en los suburbios
del sur de Beirut el 2 de enero tuvo un fuerte impacto.
Ya en diciembre, el Wall Street Journal informó que Israel había lanzado una campaña
mundial de asesinatos de líderes de Hamás. Con órdenes del primer ministro Benjamín
Netanyahu, las principales agencias de espionaje de Israel habían comenzado a trabajar
en planes para cazar a los líderes de Hamás que viven en el Líbano, Turquía y Qatar.
Esto al mismo tiempo despertó fuertes alertas internas dentro de Líbano donde los
titulares de L’Orient le Jour anuncian una guerra de espionaje.
¿Hacia dónde va el Partido de Dios?
Los objetivos políticos de ambos contendientes no están del todo claros. Antes del 7 de
octubre Israel y el Líbano estuvieron en medio de negociaciones diplomáticas para
establecer una zona de amortiguamiento en el sur y reducir la tensión en la frontera. En
este acuerdo se respetaría finalmente la Resolución 1701 dictada tras la guerra del 2006
donde Hezbollah accedería a retroceder hasta el río Litani, mientras que Israel se retiraría
de un territorio ocupado, las granjas de Shebaa. De lograrse no solo le daría un prestigio
enorme al partido chiíta, sino que se reanudaría la explotación del gas en el Mediterráneo
oriental y habría acceso a financiamiento internacional para la reconstrucción de todo el
sur.
Pero la tragedia en Gaza echó por tierra cualquier acuerdo. Naturalmente, Hezbollah
condiciona las conversaciones a un alto el fuego entre Hamás e Israel, mientras
Netanyahu exige que las tropas de Hezbolá se retiren al río Litani y depongan armas. Una
demanda fracasada sui generis desde la retirada en los 2000 del sur de Líbano. Luego de
cinco meses de masacres israelíes contra Gaza ha llegado el Ramadán en medio de un
estancamiento severo en el teatro de operaciones. Queda un mes de ayuno y rezo
musulmán, días importantes para la comunidad, donde la centralidad de los discursos de
los clérigos estará puesta en Gaza.
Desde un inicio Hassan Nasrallah dejó claro que daría su apoyo a los palestinos pero sin
involucrar a la totalidad de Líbano en una guerra total con Israel. Es así que el partido
chiíta camina desde entonces al borde de un abismo. Con fuerte responsabilidad en el
gobierno, debe mantener el complejo equilibrio interno del país que pende de un hilo
desde los Acuerdos de Taif firmados hacia el final de la guerra civil hace 35 años. Debe
responder a su alianza táctica con Hamás dentro del “Eje de la Resistencia” liderado por
Irán, pero también el apoyo de los partidos palestinos que organizan la precaria vida de
500 mil refugiados. Mientras que por otro lado el carácter confesional del país revive los
fantasmas de las grietas que llevaron a 15 años de guerra interna.
Principalmente los partidos cristianos maronitas vienen sosteniendo una posición crítica
frente a los combates con Israel y denuncian al “eje de la resistencia” de llevar al país
nuevamente a una intervención sin fin. Históricamente la cuestión palestina ha partido a
los libaneses por una línea de falla de enormes dimensiones que a pesar de dirimirse en
una dolorosa y sangrienta guerra, las heridas aún no se cierran.
Tras las críticas del expresidente Michael Aoun, una delegación de Hezbollah se reunió
con su partido, el Frente Patriótico Libre, para tranquilizar las aguas y explicar que las
operaciones en el sur son de carácter defensivo. Sin embargo, las diferencias están
ancladas en el vacío de poder dentro del país. Puesto que actualmente el sillón
presidencial está vacante pero reservado por la Constitución a un líder cristiano maronita.
Solo hace falta que el parlamento se ponga de acuerdo, cuestión que no sucede desde
hace casi dos años. En estos días el primer ministro (sunita) Najib Mikati actúa como
presidente interino y es cercano a las posiciones de Hezbollah, lo que está generando un
fuerte malestar entre los partidos cristianos.
A esto se suma la difícil situación económica y la depreciación de la moneda que no
mejora desde 2019, cuando cientos de miles de libaneses salieron a protestar en las
calles. Al año la explosión en el puerto de Beirut dejó las operaciones estancadas y abrió
fuertes reclamos contra la cleptocracia corrupta libanesa que sostiene políticas
neoliberales desde el fin de la guerra.
Todos estos factores indican que Hezbollah debe sostener una política compleja en la que
una guerra de gran escala no es una opción viable, ya que podría arruinar las décadas de
institucionalización del partido.
La presión israelí
Los palestinos están atravesando la peor tragedia desde la Nakba en 1948. En Gaza
acabaron con la vida de más de 30 mil palestinos, entre ellos más de 12 mil niños
(según Naciones Unidas superan la cantidad de niños asesinados en todos los conflictos
del mundo de los úlitmos años), en Cisjordania hay al menos 400 asesinados por
soldados y colonos de civil. En Líbano al menos hay 140 muertos, la mayoría habitantes
de las aldeas del sur.
Israel en su búsqueda de desarmar a Hezbollah no solo apunta a blancos militares, sino
que está disparando contra la infraestructura civil. Está destrozando carreteras,
mezquitas, colegios, escuelas, hospitales. Pero sobre todo los campos que son
fundamentales para economía de subsistencia de la población que habita una zona,
donde la agricultura representa el 80% del PBI. Según Human Right Watch y Amnistía
Internacional es posible hablar de crímenes de guerra por parte de las FDI al atacar
población civil. Hay denuncias de bombas de fósforo blanco en la zona, que además de
se armas de terror y tortura para las personas, perjudica los cultivos a largo plazo. Más de
87 mil civiles han tenido que dejar sus hogares según informa la Organización Mundial
de las Migraciones (OIM), muchos de los cuales están viviendo en refugios provisorios o
en casas de parientes.
Es la historia sin fin, la población del sur vive la misma tragedia desde la primera invasión
de Israel en 1978. Un fantasma que los persigue desde entonces y temen que la zona se
convierta en un nuevo Gaza.
Los objetivos declarados de Benjamin Netanyahu son derrotar a Hamas en Gaza y en
todo el mundo, algo prácticamente imposible por las vías militares. Hay indicios de que
espera sostenerse en el poder mientras ese objetiva permanezca vivo. A pesar de la
matanza en Gaza incluyendo a decenas de rehenes israelíes, continuará con las
incursiones prolongando la guerra hasta asegurar las alianzas políticas que garanticen
sostenerse en el poder. Actualmente ese rol lo ocupan las alas de extrema derecha, los
nacionalistas religiosos como Itamar Ben-Gvir que ocupa el Ministerio de Seguridad
Nacional. Este mismo sujeto tuiteó recientemente una provocación al halcón Yoav Gallant
del Ministerio de Defensa, para que lance una guerra total contra Hezbollah, de inmediato.
Aunque no tiene la última palabra anuncia que hay sectores que están con hambre de
continuar la guerra contra todos los enemigos de Israel.
Mientras Hassan Nasrallah en su discurso del miércoles por el Ramadán, se centró en
remarcar que “Israel está perdiendo la guerra” y que “Hamás negociará en posición de
fuerza”, el portavoz de las FDI, Daniel Hagari, dijo que han asesinado a 300 miembros de
Hezbollah (entre ellos 5 oficiales de alto rango) lo que da una relación de 15 a 1. Aunque
su norte sigue siendo, como mencionó meses atrás en otro discurso, llegar a un “acuerdo”
sobre la frontera, mediante el Estado libanés (Hezbollah no reconoce al Estado de Israel).
Todo esto con un claro apoyo norteamericano y europeo sosteniendo un importante flujo
de armamento y dinero. El pasado martes el Senado estadounidense aprobó un paquete
de 14 mil millones de dólares en ayuda militar a su socio estratégico en Medio Oriente,
mientras el país preparaba un envío de armas y municiones. Biden está presionando al
Congreso para que se termine de aprobar la millonaria suma. Sin embargo, hay
preocupaciones. Según un informe de inteligencia norteamericano, al gobierno de
Netanyahu le queda poca vida, pero fuentes diplomáticas han anunciado que se preparan
acciones militares terrestres para mediados de abril.
A ambos lados de la frontera los países se disuelven en sus propios asuntos. Israel se
consume internamente en protestas, divisiones políticas hacia las próximas elecciones y
se pudre su imagen internacional ante la condena de las calles por las masacres en Gaza.
En Líbano asoman las divisiones sectarias bajo la sombra del espectro de la guerra sin
lograr una síntesis sobre la cuestión palestina que los podría retrotraer a las viejas
disputas. Lo evidente es que cualquier avance a la guerra será para solucionar los
síntomas internos.
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