
Desde hace más de dos meses, Serbia es escenario de intensas protestas que han movilizado a distintos sectores de la sociedad; marchas masivas, bloqueos de carreteras y huelgas con epicentro en la capital Belgrado y la ciudad de Novi Sad.
Las manifestaciones comenzaron tras el derrumbe de una marquesina de hormigón armado cerca de la estación de Novi Sad, que dejó un saldo de 15 muertos, incluidos niños. El incidente generó indignación pública, especialmente entre estudiantes, quienes fueron los primeros en exigir responsabilidades legales para los responsables. Con el tiempo, las protestas ampliaron sus demandas, exigiendo la dimisión del primer ministro Milos Vucevic, del presidente Aleksandar Vucic y del alcalde de Novi Sad, Milan Djuric. Entre las acusaciones destacan la corrupción gubernamental y la mala gestión en infraestructura pública.
Con la adhesión de sectores como docentes, médicos y agricultores, las protestas se convirtieron en un movimiento más amplio, culminando en una huelga general el 24 de enero. En los días siguientes, se registraron enfrentamientos con la policía y bloqueos de tránsito en puntos clave del país. La participación de maquinaria agrícola en las protestas trajo a la memoria la "Revolución de las Bulldozer" del año 2000, cuando manifestaciones masivas derivaron en la caída del entonces presidente Slobodan Milosevic.
El gobierno ha llamado al diálogo en reiteradas ocasiones y, como parte de sus intentos por calmar la situación, publicó material de la investigación sobre la tragedia de Novi Sad. Sin embargo, esto no ha logrado desactivar las protestas. La situación se tornó aún más tensa cuando un grupo de manifestantes fue atacado en Novi Sad, dejando un saldo de varios heridos y tres detenidos.
En este contexto, el primer ministro Vucevic anunció su dimisión, argumentando que la crisis política lo llevaba a tomar una decisión "irrevocable". No obstante, el gobierno seguirá funcionando con un mandato técnico hasta una eventual reconfiguración del poder.
El presidente Aleksandar Vucic ha señalado que las protestas podrían estar siendo influenciadas por actores externos. Acusó a "Occidente" de intentar organizar una "revolución de color" en el país y señaló que se habían invertido miles de millones de euros en el golpe. Serbia se encuentra en un contexto geopolítico complejo, con desafíos en Kosovo y una creciente presión internacional en su política exterior.
A pesar de la tensión, la posibilidad de un cambio inmediato en el liderazgo del país sigue siendo incierta. Los manifestantes han mostrado su descontento con el rumbo del gobierno, pero hasta el momento no han articulado un liderazgo claro que represente una alternativa política estructurada. En este sentido, el desenlace de la crisis dependerá tanto de la evolución de las movilizaciones como de las respuestas gubernamentales en los próximos días.