El recorrido de Nikol Pashinian como primer inistro de la República de Armenia en cinco
años de mandato es digno de un caso de estudio de cómo la legitimidad, específicamente la
referida a la legitimidad de “ejercicio” o “funcional” (en palabras del sociólogo español Juan
Linz) de un gobierno democrático se ve erosionada en un corto período de tiempo, con la
característica fundamental de haber comenzado su gobierno con una imágen muy positiva por haber llevado a cabo satisfactoriamente la tarea de la renovación política luego de más de veinte años de predominio del Partido Republicano en el poder ejecutivo, representando un cambio importante en el rumbo político de la nación. El premier armenio pasó de ser un líder aclamado por la mayoría de la sociedad debido a sus ideales innovadores a ser masivamente repudiado y hasta considerado un traidor a la patria en la actualidad, siendo la pérdida definitiva de Nagorno-Karabaj/Artsaj a manos del régimen de Azerbaiyán (por medio de meses de bloqueo y aislamiento ilegal al territorio y un avance militar unilateral durante
septiembre de 2023) el último clavo en el cajón que selló la pérdida de su legitimidad como
líder democrático.
Ahora bien, antes de desarrollar el caso de Pashinian, es preciso definir la legitimidad según
Linz. Para el sociólogo, en su obra “La quiebra de las democracias” (1987) el concepto de
legitimidad implica la creencia por parte de la sociedad civil de que, a pesar de sus
limitaciones y fallos, las instituciones políticas existentes (pueden incluso ser democráticas o
no, dependiendo de la tradición y preferencias políticas de cada nación) son mejores que otras que pudieran haber sido establecidas, y que por tanto pueden exigir obediencia. Es de esta forma que los gobiernos sobreviven y llevan a cabo sus operaciones, por aquella creencia internalizada, en mayor o menor medida, no solo dentro de la ciudadanía, sino también de la oposición, que reconocen la legitimidad del gobierno por la “legalidad” de su autoridad, a pesar de encontrarse en un espacio político diferente.
Pasando brevemente a la definición de “legitimidad funcional”, la misma refiere a la
legitimidad de ejercicio; es decir, el nivel de acatamiento y obediencia que un gobierno puede lograr de sus ciudadanos debido a los resultados obtenidos en el desempeño de su función, afectando al capital político del gobierno de forma positiva o negativa, dependiendo del caso.
Como concepto, Linz plantea la legitimidad funcional en paralelo a otro tipo de legitimidad,
la “legitimidad de orígen”. Esta última se refiere al nivel de aceptación por parte de la
sociedad civil de la forma de cómo el gobierno asume el poder, llegando esta a percibirse
como legítima o ilegítima, nuevamente dependiendo de qué caso se trate.
Yendo concretamente al análisis del caso, Pashinian asume el poder en el año 2018 mediante
las elecciones luego de la “Revolución de Terciopelo” que marcó el final del mandato de
Serzh Sargsyan, hombre de la vieja política que gobernó por más de una década, y que su
imágen fue completamente corroída por las denuncias de corrupción e irregularidades en los
manejos de la administración pública, además de la falta de alternancia política. El final de
Sargsyan se consumó cuando, en un intento de continuar con su desgastado (o mejor dicho,
deslegitimado funcionalmente) mandato ante la imposibilidad de reelegir como Presidente de
la Nación, llamó y aprobó una reforma constitucional para luego ser nombrado Primer
Ministro, con las atribuciones de Jefe de Estado transferidas a aquel cargo, violando (en
palabras de Linz) el principio de la responsabilidad democrática utilizando la mencionada
estrategia para, evidentemente, perpetuarse en el poder. Como consecuencia, grandes
multitudes se reunieron en protestas a lo largo y ancho del país, de las cuales el propio
Pashinian participó y fue considerado como uno de los líderes, siendo además detenido por
las fuerzas policiales. Ambos hechos dispararon su popularidad enormemente y lo hicieron
ver como un líder revolucionario que sería capaz de llevar a cabo la tan ansiada renovación
política que la sociedad aclamaba y que Sargsyan dilataba cada vez más con el paso de su
gobierno. Sargsyan abandonaría el poder luego de llamar a elecciones anticipadas, en las
cuales Pashinian arrasó con un 70% de votos, logrando como consecuencia la legitimidad de
orígen por parte de la ciudadanía que lo eligió.
Haciendo un resumen de los primeros pasos de Pashinian en el poder, podemos decir que
estos se trataron de una “primavera” de dos años. Entre medio de esperanzadores discursos
sobre temas importantes para las ciudadanía como la irrenunciable lucha por el reconocimiento internacional de Artsaj y la defensa de su territorio (incluyendo la elección de
Stepanakert como lugar de su primera visita de Estado un día después de asumir), la ansiada
renovación política fue efectuada de forma satisfactoria al poco tiempo, barriendo a la vieja
política de la escena principal y hasta llevando a juicio al ex-presidente Robert Kocharyan
por manipular las elecciones del año 2008, en las cuales le terminaría entregando el poder a
Sargsyan. Cabe recordar que durante el gobierno del Presidente Kocharyan ocurrió el
atentado al Parlamento en el año 1999, el cual terminó con la vida del popular Primer
Ministro Vazgen Sargsyan. Voces críticas afirman que Kocharyan estuvo implicado
intelectualmente en aquella conspiración que concluyó en un lamentable suceso para el
devenir de la política armenia.
Otro logro de Pashinian fue fortalecer el sistema democrático y la legitimidad del mismo
luego del sostenido descrédito hacia los mismos por años, demostrando un fuerte
compromiso con las instituciones (elemento legitimador que Linz valora en las democracias)
y su saneamiento, distanciandose de sus antecesores en su forma de manejarlas, promoviendo mayor transparencia y publicidad en los actos del gobierno y llegando incluso a ser reconocido por organizaciones e importantes consultoras internacionales sobre derechos
civiles y democráticos como Freedom House, que incluso aumentó la puntuación democrática de Armenia a partir del año 2018.
Quizás estos fueron sus mayores logros, ya que sus antecesores fueron muy criticados por el
fraude, la corrupción y los manejos políticos inmorales, que dañaron las instituciones
democráticas.
Pero aquellos importantes y rápidos logros para el saneamiento de la República y las
instituciones, al igual que la imágen internacional del país serían opacados por varios sucesos
trágicos para la nación armenia, en los cuales la responsabilidad de Pashinian se vio
involucrada haciendo que su nivel de legitimidad decrezca drásticamente, viéndose esto en
reiteradas protestas ciudadanas y tensiones militares en su contra con el objetivo de
removerlo del poder.
En primer lugar, por su nivel de importancia y por ser la causa fundamental de la situación
actual para la ya trágicamente extinta República de Artsaj, se encuentra el cese al fuego
producto de la guerra de 2020, el cual selló definitivamente el destino de los armenios de
Nagorno-Karabaj. Esto debido a varios hechos que fueron consecuencia del acuerdo tripartito
entre Armenia, Rusia y Azerbaiyán, justificado muchas veces por el propio Pashinian. En
primer lugar el aumento de la influencia rusa en la región (que desplegó Fuerzas de Paz como lo había hecho anteriormente en otros conflictos donde ejerce influencia), lo cual hizo
disminuir la estatidad mediante la quita del monopolio del uso de la violencia del Estado de
Artsaj, haciéndolo más dependiente en su seguridad y defensa, teniendo en cuenta también la falta de eficacia de mencionado contingente de paz ante las reiteradas violaciones al cese de fuego, muy probablemente debido al foco de Moscú en su importante campaña en Ucrania en la cual sufre irregularidades constantemente.
En segundo lugar, Azerbaiyán, al obtener una victoria contundente (debido a la notable
superioridad militar relativa que adquirió en los últimos 20 años) presionó y logró aprobar
cláusulas inaceptables para el pueblo armenio que Pashinian aceptó, como la construcción de un corredor azerí en la región de Syunik, poniendo en peligro la territorialidad de la
República Armenia y reforzando el reclamo de Ilham Aliyev sobre el sur armenio como
“tierras históricas”.
Por último se puede destacar la voluntad entreguista demostrada en la cesión de territorios
aún controlados por la República de Artsaj a la fecha del cese de fuego como Aghdam,
Karvachar y el corredor de Lachin (la única ruta activa que conectaba a ambos Estados
armenios). Esta condición dejó a Artsaj rodeada completamente y en un estado de
vulnerabilidad estratégico-militar importante, sumándose a la pérdida en combate de otros
territorios estratégicos como Shushí, que cayó durante el último día de acción.
Pero no solo la fulminante derrota en Nagorno-Karabaj y las impopulares condiciones
aceptadas por Pashinian fueron causa de su erosión. Además, y estrictamente en el terreno de la política exterior, aplicó giros drásticos que académicos de la escuela realista de las
relaciones internacionales (escuela que aboga por el pragmatismo más que por el idealismo y
el consenso, propio de los liberales) calificarían de error garrafal dada la posición geopolítica
de Armenia en el Cáucaso. Esto se tradujo concretamente en un intento de acercamiento
pronunciado de Pashinian con respecto a sus antecesores en materia de política exterior hacia los Estados y organizaciones internacionales de occidente, aflojando los lazos históricos (aunque también conflictivos) de Armenia con Rusia. Como consecuencia. El Kremlin, obviamente, no iba a dejar pasar desapercibido el accionar de Pashinian y le iba a pasar la factura en momentos claves en donde Armenia requería su respaldo, como se vio en los ataques ilegales de Azerbaiyán en territorio armenio y la no intervención de la OTSC.
Por último en la lista de errores enumerados que contribuyeron a la erosión de la legitimidad
de Pashinian, se encuentran sus declaraciones en el contexto del bloqueo y los avances
militares efectuados por Azerbaiyán hacia la República de Artsaj durante 2022 y 2023 que
marcaron el final del mencionado Estado como independiente. El 22 de mayo del año
corriente, luego de declarar anteriormente que Armenia estaba dispuesta a “reconocer la
integridad territorial de Azerbaiyán”, especificó sus dichos dando la cifra exacta del reclamo
azerí que contiene a la República de Artsaj y la totalidad del Nagorno-Karabaj (86.600 km2).
Estos dichos dispararon críticas de todos lados: desde la oposición y la ciudadanía, que
nuevamente iniciaron protestas pidiendo la renuncia de Pashinian, hasta por parte de la
diáspora y sus instituciones, que de forma unánime repudiaron sus declaraciones. Los
tildamientos de traición a la patria por parte de aquellos, al igual que la actitud entreguista del
propio Pashinian se profundizaron a partir de estos dichos, fortaleciendo la justificación azerí
no solo puertas adentro de su nación mediante su sofisticado sistema propagandístico, sino
también hacia el entorno internacional, que definitivamente abandonó el (poco) apoyo
prestado hasta aquel momento a la causa de Artsaj, contribuyendo a su desaparición como
Estado para el año 2024.
Antes de concluir, vale mencionar y de forma importante que, a pesar de la notable erosión de la legitimidad funcional de Pashinian luego de los sucesos de 2020, el mandatario armenio se alzó con una victoria contundente en las elecciones anticipadas para el Parlamento llamadas por él mismo en 2021, obteniendo el 52% de los votos. Sin embargo, hay una explicación bastante razonable para dicho resultado, y es que las principales coaliciones opositoras electorales se encontraban conformadas por hombres de aquella vieja política que la ciudadanía había eyectado históricamente en 2018. Entre ellos, la figura opositora más importante, el ex-presidente Robert Kocharyan, con su partido “Alianza Armenia”, cosechó el segundo lugar con el 21% de los votos, mientras que la alianza fundada por Serzh Sargsyan, “Tengo Honor”, obtuvo el tercer lugar con el 5%. Este intento de retorno de la vieja guardia política fue un rotundo fracaso, no solo para sus propias ambiciones electorales como se observó notablemente, sino también, y más importante, para la ciudadanía de tener la oportunidad de sacar a Pashinian del poder de forma democrática. La oferta electoral de la oposición no era para nada seductora para ellos, tanto fue así que eligieron al considerado como “traidor” tan solo unos pocos meses luego del polémico acuerdo tripartito, por sobre la “oligarquía” que gobernó por décadas desde la independencia de la Unión Soviética, siendo este un caso claro de voto al “mal menor”.
El futuro de Pashinian en el poder es incierto. Mientras que logró un respiro profundo y
necesario para su permanencia en el poder con la victoria en 2021, su accionar continuó
siendo impopular, y su continuidad en el poder (teniendo en cuenta que las próximas
elecciones serán en 2026) dependerá de sofocar protestas, revueltas ciudadanas y tensiones militares con el objetivo de lograr su salida del poder. De alguna forma, para afrontar los
difíciles próximos años de mandato y terminarlo decorosamente, deberá reconstruir su
imágen de alguna forma e intentar convencer a la población de que sus decisiones fueron las
acertadas para, como él mismo lo justifica, buscar un camino de paz a largo plazo para la
región.
En unas pocas líneas, se puede resumir la causa de la erosión de la legitimidad funcional de
Nikol Pashinian; su romanticismo idealista implementado de forma parcialmente exitosa en
sus primeros años de mandato, viró abruptamente a un “realismo” pesimista y tildado de
entreguista luego de la derrota de 2020, cuando poco quedaba por hacer y todo se iba
erosionando lentamente producto de su error fundamental inicial: ser excesivamente
ambicioso en su idealismo basado en un posible giro histórico a occidente, queriendo ser
cercano tanto en su relación con las naciones y organizaciones del bloque como en el giro
hacia valores no compatibles ni con la configuración geopolítica del Cáucaso (por no decir no
convenientes para la nación teniendo en cuenta la hostilidad de sus vecinos y sus relaciones
con Rusia y Occidente) ni con la tradición política y social armenia y no introduciendo una
gota de pragmatismo en terrenos propicios de aplicarlo como en la política exterior, como lo
habían efectuado exitosamente sus antecesores manteniendo relaciones cordiales con
Occidente pero sin afectar los lazos históricos con Rusia, siendo que esta es el hegemón por
excelencia en la región del Cáucaso. Este último fue el hecho que Pashinian ignoró y que lo
empujó a errores que devinieron en resultados fatales y una pérdida histórica que al pueblo
armenio le costará mucho sanar.
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