La comunidad yazidí es un grupo étnico y religioso de habla principalmente kurmanyi, un dialecto del kurdo, que ha habitado mayoritariamente en la región de Sinjar, en el norte de Irak.
Con una religión antigua y única que combina elementos del zoroastrismo, el cristianismo y el islam, han sido objeto de discriminación y persecución a lo largo de la historia. Sin embargo, fue en 2014 cuando enfrentaron las brutalidades más atroces. En agosto de ese año, el Estado Islámico, también referenciado como ISIS o Daesh, invadió esa localidad iraquí y emprendió una campaña feroz para exterminarlos.
Hombres, adolescentes y niños fueron asesinados sin piedad. Hubo degüellos y decapitaciones, en ocasiones filmados por sus perpetradores y que circularon por internet, que dan cuenta de una crueldad inhumana inexplicable. Las mujeres y niñas fueron secuestradas y sometidas a esclavitud sexual. Miles murieron en las montañas cercanas mientras intentaban refugiarse de la persecución, ya sea por la falta de alimentos y agua o atención médica.
Esta campaña de violencia atroz dejó a la comunidad yazidí en estado de conmoción y devastación. Sus lugares de culto fueron destruidos y su identidad cultural atacada de manera sistemática.
A medida que el grupo extremista islámico fue perdiendo terreno, comenzaron a surgir historias de sobrevivientes que revelaron la magnitud del horror que habían soportado. Se habla de miles de víctimas, aunque se desconoce el número exacto, y hoy día continúan los descubrimientos de fosas comunes.
En 2016 las Naciones Unidas declararon que las acciones del ISIS contra los yazidíes constituyeron un genocidio. Desde entonces, se han realizado juicios en tribunales nacionales e internacionales para enjuiciar a los responsables.
Lamentablemente, el listado de genocidios y crímenes de odio étnico y religioso en la humanidad es largo. Es importante el recuerdo y la búsqueda de justicia de todos ellos, evitar el negacionismo y la banalización y fomentar el respeto a la diversidad como fuente de riqueza cultural y promotora de amistad y hermandad, no de división y confrontación.
En un nuevo aniversario del crimen de lesa humanidad contra el pueblo yazidí, clamamos: genocidios nunca más.
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