(Foto: AP)
A pesar de que en la actualidad básicamente está supeditado a un rol más bien protocolar y ceremonial, resulta difícil a esta altura del siglo XXI referirse a alguien en un artículo periodístico como el "rey" de un detereminado país, por más atuendos extrravagantes y bizarros que lleve puestos esa persona o lo que diga la constitución de ese Estado. Sencillamente es ridículo. Me sublevo ante la presunta "objetividad" que el oficio requiere y me niego a retirar las comillas de esa palabra para aludir a alguien actual.
Hoy se cumple un año de la muerte de la señora Isabel II, "reina" de Inglaterra, y el ascenso al "trono" de su hijo Carlos. Una anécdota absurda y sin sentido que sin dudas ocupará algún lugar en las secciones internacionales de los medios de comunicación convencionales y quizás algún que otro invitado "experto sobre realeza" en programas televisivos.
Aunque incluso el discurso contra la realeza ya es obsoleto y profesarlo más que rebeldía sería un anacronismo, esta noticia inocua puede presentar la ocasión de plantearse cómo es que actualmente aún hay una treintena de países en los que aún persiste, en distintas modalidades y grados, una monarquía, inclusive en países como España, Suecia, Japón, Noruega, Dinamarca y Países Bajos, entre otros, además, desde luego, de Inglaterra.
El concepto de la monarquía, en su esencia misma, es incompatible y no tiene ningún tipo de cabida en un mundo moderno y democrático, ni siquiera como fantochada de adorno o cotillón. Sobre todo teniendo en cuenta los recursos públicos que consume, mucho más útiles y productivos para cualquier otra finalidad. Sostener esa parafernalia ridícula de ostentación, opulencia, etiqueta y pompa con los fondos del pueblo, en nombre de la "tradición" y el conservadurismo, es una inmoralidad.
El hecho de que ahora sólo sea un derroche parasitario e inútil de dinero que únicamente ocupa cierto espacio en revistas y programas de chimentos o series de Netflix, no debe eclipsar que esta institución históricamente despótica y opresiva se ha sostenido sobre la base de payasadas como el origen hereditario, e incluso "divino", del poder.
En la época absolutamente disruptiva y de cambios de paradigma estremecodores que estamos viviendo, en los que todos los cimientos de la sociedad parecen estar quedando vetustos y nos encontramos sin respuestas ni reacción, y cuando mismo la democracia burguesa compuesta por Estados-nación capitalistas parece estar quedando obsoleta, la permanencia de la monarquía en algunos lugares del mundo es una curiosidad grotesca e irrisoria que seguramente ruboriza a muchos habitantes de esos países.
La foto que acompaña esta nota, que es actual y real, es decir, no es una producción fotográfica ni una escenificación paródica, se parece más a un meme viviente, que da un poco de risa pero también algo de lástima y vergüenza
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