Arde Nepal: tras graves disturbios renuncia el primer ministro
- Redacción Política Global.AR

- 10 sept
- 2 Min. de lectura

Nepal atraviesa una de las crisis más graves de su historia reciente. El primer ministro Sharma Oli presentó su renuncia con efecto inmediato tras una semana de disturbios en los que se registraron al menos 19 muertos y cientos de heridos. Las protestas, encabezadas por la llamada “Generación Z”, derivaron en el incendio del Parlamento y del complejo de Singha Durbar, en ataques a residencias de dirigentes y en escenas de humillación pública que recorrieron el mundo: el ministro de Finanzas y viceprimer ministro, Bishnu Prasad Paudel, fue perseguido por una multitud, golpeado, despojado de su ropa y arrojado al río Bagmati. En ese mismo clima de violencia, Rajyalaxmi Chitrakar, esposa del ex primer ministro Jhalanath Khanal, falleció a causa de las quemaduras sufridas tras el incendio de su vivienda en el barrio de Dallu.
El estallido comenzó cuando el gobierno bloqueó las principales redes sociales bajo el pretexto de que no cumplían con la normativa local. Para los jóvenes, aquello fue la chispa de una indignación más profunda: corrupción endémica, nepotismo, desempleo y la desconexión de la clase política con las necesidades de la población. Las calles de la capital Katmandú se convirtieron en campo de batalla, con barricadas, enfrentamientos con la policía y edificios públicos en llamas. La represión inicial con gases, balas de goma e incluso fuego real no logró contener a las multitudes, sino que multiplicó la furia y terminó forzando la salida de Oli.
Tras la renuncia, el presidente Ram Chandra Poudel aceptó de inmediato la dimisión y dejó en manos del ejército el control de la capital. Los militares impusieron toque de queda, patrullaron los barrios y evacuaron a dirigentes oficiales, en una demostración del vacío de poder y de la fragilidad de las instituciones. Mientras tanto, el movimiento juvenil celebra su capacidad de derribar a un gobierno que intentó imponer censura y que terminó hundido por su propia corrupción. Nepal ingresa en un escenario incierto, con la clase dirigente desprestigiada y con una nueva generación que, entre la rabia y la esperanza, reclama un cambio real frente a un sistema que considera agotado.






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