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Bukele segunda parte: entre la represión y la pobreza

Por Gustavo Montenegro / Prensa Obrera

El presidente Nayib Bukele asumirá este sábado 1 su segundo mandato presidencial en El Salvador con la presencia de algunos visitantes extranjeros destacados, como el rey español Felipe VI, el “embajador internacional de la luz” Javier Milei y el mandatario ecuatoriano Daniel Noboa, quien intenta copiar del salvadoreño sus políticas de militarización y mano dura.


Bukele logró su reelección en febrero gracias a una elección plebiscitaria en la que cosechó cerca del 85% de los votos y conquistó casi todas las bancas del parlamento, lo que consolidó su régimen de poder personal. Su caballito de batalla en la campaña fue la estrategia de seguridad y “guerra contra las pandillas” implementada desde marzo de 2022, con la que presume haber logrado una baja drástica en la tasa de homicidios, y que aún goza del respaldo popular. Como contraste, los dos partidos que dominaron la escena salvadoreña desde los 90, esto es, la derechista Arena y el centroizquierdista FMLN, que están completamente desacreditados ante la población por la corrupción y debacle de El Salvador de las últimas décadas, terminaron de hundirse electoralmente.


El llamado “estado de excepción” impuesto por Bukele desde 2022 es, en realidad, un régimen permanente de atropello a las libertades democráticas y militarización de los barrios más empobrecidos del país, donde eran más fuertes las pandillas. A poco más de dos años de iniciado ese camino, se cuentan casi 80 mil detenciones, 6 mil denuncias de arrestos arbitrarios y torturas, y 240 muertes bajo custodia policial (La Prensa Grafica, 29/5). Reportes internacionales denuncian, además, allanamientos sin orden judicial, presos políticos, espionaje sobre opositores y periodistas, condiciones infames de reclusión de las que ahorramos al lector los tenebrosos detalles (aunque las imágenes que ventila el propio gobierno son bastante indicativas) y juicios online masivos en los que los acusados no tienen acceso a sus abogados. Miles de personas han tenido que ser liberadas por el gobierno, lo que no hace más que confirmar que el régimen detiene a mansalva, indiscriminadamente, vulnerando la más elemental presunción de inocencia.


Esta política se ha ganado, además del ecuatoriano Noboa, a un nuevo partidario, ya que el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, dominado por los republicanos, prepara una audiencia sobre el combate a las pandillas para que los represores salvadoreños vayan a dar cátedra. Bukele se ha transformado, vale recordar, en un asiduo orador de los cónclaves ultra conservadores y trumpistas. Pero esto no es obstáculo para mantener también un vínculo aceptable con el gobierno de Biden, que, según el portal digital El Faro (17/5), comenzó un camino de mejoramiento de las relaciones desde la llegada del embajador William Duncan al país centroamericano, a inicios de 2023. El último reporte de derechos humanos de la Casa Blanca, según el mismo portal, está escrito deliberadamente para no chocar con Bukele: critica las violaciones de los derechos humanos, pero afirma que las autoridades han dado pasos para sancionar a los responsables y que, al mismo tiempo, se destacan en el combate de la corrupcion. Otra vez vemos la doble vara con la que Washington examina las libertades democráticas en el mundo, según su conveniencia geopolítica.


La población salvadoreña se maneja, frente al estado de excepción, con contradicciones, ya que, al mismo tiempo que mayoritariamente le da su aval (El Salvador venía azotado por una tasa de homicidios de 50 cada 100 mil habitantes en 2015, una de las más altas del mundo, lo que explica por qué prendió la receta de Bukele), las encuestas indican que no se comparten muchos de los atropellos estatales. Así, por ejemplo, casi el 70 por ciento apoya la continuidad del estado de excepción, pero 73 por ciento está en contra de las detenciones sin orden judicial (ídem).


Pero por donde más probablemente se acelere la experiencia del pueblo salvadoreño con Bukele es en el terreno económico, que según algunas encuestas ha pasado a ocupar el centro de las preocupaciones populares.


Bajo el primer mandato del líder del partido Nuevas Ideas, la pobreza creció casi cinco puntos, según las cifras oficiales, en tanto que algunos analistas afirman que la pobreza extrema monetaria directamente se duplicó, saltando de 86 mil a 170 mil hogares (Prensa Grafica, ídem). Si bien la economía retomó su crecimiento después de la pandemia, la industria retrocedió un 10 por ciento y la agricultura un 2 por ciento en el período ya señalado. Esto sería, en parte, compensado por el crecimiento de la construcción, pero se trata de un sector en que los sueldos son muy bajos y temporales (ídem). La deuda externa se encuentra en 30 mil millones de dólares, un tercio de la cual habría sido contraída por Bukele, y algunos medios cuestionan que, a pesar de la represión implacable, la inversión extranjera no llega.


La importancia de una oposición de clase a Bukele está fuera de duda: El Salvador es un laboratorio de políticas reaccionarias y fascistizantes y el mundo tiene un ojo puesto en su desenvolvimiento.

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