En 2014 Grecia experimentó un cambio político significativo con la victoria de Syriza en las elecciones europeas. Esta coalición de movimientos y partidos de izquierda alternativa triunfó con un mensaje anti-austeridad en medio de una crisis financiera, mientras que el tradicional partido de la izquierda griega, PASOK, apenas alcanzó el 6 por ciento de los votos. No obstante, una década más tarde, aquella promesa de cambio se ha disipado, dejando a Syriza y a la izquierda griega en general enfrentando tiempos inciertos.
Hace un año, Kiriakos Mitsotakis, líder del partido conservador Nueva Democracia, fue reelegido como primer ministro obteniendo una clara ventaja sobre Syriza, que consiguió solo el 20 por ciento de los votos. Este revés electoral llevó a Alexis Tsipras, histórico líder de Syriza que desde ese lugar se alzó como mandatario griego, a dimitir de su cargo partidario, iniciando una fase de autocrítica para entender las causas del desplome que sorprendió a muchos.
En ese marco, Syriza celebró elecciones primarias y eligió a Stefanos Kasselakis, un candidato inesperado para un partido con raíces anticapitalistas. Kasselakis, de 36 años y ex analista de Goldman Sachs, sin experiencia política, representó una apuesta arriesgada por un outsider sin un programa claro.
Muchos analistas creen que Kasselakis pretende dirigir al partido hacia el centro para atraer a los votantes que se han pasado a Nueva Democracia, emulando al Partido Demócrata de Estados Unidos.
Syriza ha enfocado su discurso de oposición en criticar la deriva autoritaria de Mitsotakis, denunciando la presión sobre la prensa independiente y la erosión de la independencia judicial, además de la caída del nivel de vida debido a la inflación.
El exministro de Finanzas durante el gobierno de Syriza, Yanis Varoufakis, es crítico actualmente con el espacio, afirmando que "el partido se suicidó después del referéndum de 2015", en referencia a la consulta que desafió a las instituciones financieras internacionales pero terminó con Syriza aplicando un duro ajuste estructural. Varoufakis, que defendía la salida del euro y la recuperación del dracma, dimitió tras perder ese debate.
Sin embargo, este declive de Syriza no ha beneficiado a otros partidos progresistas. PASOK no supera el 15 por ciento de apoyo y el Partido Comunista mantiene un electorado reducido.
Tras la elección del nuevo líder Kasselakis, varios dirigentes de Syriza con una orientación más tradicional se separaron para formar Nueva Izquierda, aunque las encuestas les otorgan entre un 3 y un 4 por ciento de los votos. Con este panorama, parece que a la izquierda griega aún le esperan años de dificultades y desafíos.