Treinta años después del fin del apartheid, Sudáfrica enfrenta unas elecciones cruciales en las que el Congreso Nacional Africano (CNA), el partido de Nelson Madela, podría perder su mayoría absoluta por primera vez desde 1994. En aquellas primeras elecciones democráticas, el mítico líder sudafricano triunfó con un mensaje de esperanza y estableció prioridades claras como la creación de empleo, vivienda, educación, agua potable y carreteras. Sin embargo, estas promesas siguen sin cumplirse, y el país sufre de crimen, desempleo y corrupción.
Millones de sudafricanos acudirán a las urnas, y las encuestas sugieren que el actual presidente Cyril Ramaphosa, del CNA, necesitará formar una coalición para gobernar; dado el panorama de la oposición, fragmentada por ideologías y divisiones raciales, podría continuar en el poder con un socio minoritario.
Julius Malema, ex líder juvenil del CNA y fundador del partido de extrema izquierda Luchadores por la Libertad Económica (EFF), está ganando terreno. El EFF promueve políticas radicales como la expropiación de tierras sin compensación y la nacionalización de sectores clave, lo que genera temores de caos económico. La propiedad de la tierra sigue siendo un tema polémico, con el 72 por ciento aún en manos de blancos, y la reciente adopción de la expropiación por parte del CNA podría cambiar el panorama político.
Malema también causa preocupación internacional debido a su apoyo a Rusia y sus críticas a Occidente. Las tensiones aumentan con Sudáfrica liderando una demanda por genocidio contra Israel, buscando atraer votos a pesar de que este tema no sea doméstico.
La política sudafricana sigue marcada por la raza. Malema ha generado controversia con sus comentarios contra los blancos y promueve una ideología que favorece activamente a la población negra. Paralelamente, el Frente para la Libertad, un partido de extrema derecha, busca crear un país independiente para afrikáners (blancos, descendientes de colonos europeos), mientras que la Alianza Democrática (AD) no logra desprenderse de su vínculo racial, siendo liderada nuevamente por un afrikáner blanco, John Steenhuisen.
La juventud sudafricana, con un 45 por ciento de desempleo, juega un papel decisivo. La generación "born-free", nacida después del apartheid, no siente la misma gratitud hacia el CNA y se preocupa más por las oportunidades laborales. La apatía democrática es evidente, con baja inscripción de votantes jóvenes y una posible participación inferior al 50 por ciento.
Estas elecciones representan un momento crítico para Sudáfrica, donde la insatisfacción con el CNA, las divisiones raciales y la emergencia de nuevos líderes y partidos podrían redefinir el futuro del país.
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