top of page

Madagascar: las Fuerzas Armadas toman el gobierno tras la huida del presidente

Por Joaquín Antúnez / Política Obrera

ree

Tres semanas de intensas movilizaciones populares, encabezadas por la juventud universitaria y secundaria, han obligado al presidente Andry Rajoelina a abandonar el país. Actualmente su paradero es desconocido. El hecho decisivo fue la fractura de las Fuerzas Armadas, que se manifestó cuando el grupo de élite Capsat se negó públicamente a acatar las órdenes del jefe del ejército. El sábado, miembros de Capsat participaron de un acto junto a los manifestantes, asegurando que a partir de ese momento estarían del lado de “sus hermanos y hermanas” en la lucha contra el gobierno al que calificaron de “corrupto”. Al mismo tiempo, nombraron un nuevo alto mando militar propio, invitando a todas las fuerzas armadas y la gendarmería nacional a unirse a su causa.


Las movilizaciones comenzaron contra los cortes frecuentes de electricidad y la falta de agua potable. Pero la juventud malgache retomó las consignas y la actitud de otros países, como Marruecos, Indonesia o Nepal. Llevaban a las manifestaciones sus realidades cotidianas, en contraste con la lujosa vida de los hijos del presidente. Siendo intendente de la capital, Antananarivo, Rajoelina llegó al poder tras un golpe de Estado en 2009, apoyado por las Fuerzas Armadas.


Las manifestaciones se suceden desde fines de septiembre. Según las Naciones Unidas, se registraron 22 muertos y cientos de heridos como consecuencia de la brutal represión que incluyó el despliegue de las fuerzas armadas además de la policía. El fin de semana se produjeron enfrentamientos entre sectores rebeldes y leales al gobierno.


El Primer Ministro y jefe militar, general Ruphin Fortunat Zafisambo, asumió hace solo siete días como consecuencia de la disolución del gobierno civil bajo el mando del premier Christian Ntsay. Su destitución fue orden del propio presidente, que buscó de esta manera contener las movilizaciones en su contra. Una convocatoria al Palacio presidencial a los líderes estudiantiles y a la oposición política fue rechazada por todos los sectores, sellando así el aislamiento del gobierno.


Ante esta situación, el presidente negoció con Francia -de la cual Madagascar se independizó en el siglo XX- un salvoconducto que se hizo efectivo en la mañana del lunes 13 de octubre. Esto fue entendido por los manifestantes como una renuncia al cargo. El martes el Congreso la hizo efectiva, disolviendo el Senado -una reivindicación popular muy sentida.


La Unión Africana emitió un comunicado señalando que no apoyará la destitución por la fuerza del gobierno y llamó a respetar la Constitución, al tiempo que el propio gobierno civil se ha disuelto ante las protestas populares. El quiebre de las Fuerzas Armadas debe seguirse atentamente. En África han emergido diversos gobiernos de corte militar nacionalista en ex colonias francesas, con un programa que recupera la tradición panafricanista de mediados del siglo XX –principalmente la figura de Tomás Sankara en Burkina Faso. Por lo pronto, las masas han llevado a un colapso de la débil institución estatal de su país. Francia, por ahora, ha descartado intervenir en el territorio.


Madagascar, una rebelión popular profundamente tomada por las masas, no fue abordada con la debida atención por la prensa internacional. La actitud de las masas en la lucha callejera parece igualar o superar a las grandes rebeliones de Nepal, Indonesia. La toma del poder por parte de las Fuerzas Armadas, responde a dar una salida política a este proceso. La seguidilla de “rebelión de las boinas” en el África francófona suma así un nuevo episodio, que podría ser continuado por la movilización popular que se prepara en Camerún contra el dictador Paul Biy.


El gobierno entrante en Madagascar plantea revisar las relaciones con empresas francesas y la propia Francia, Los desvíos de fondos a cuentas que aseguran asociadas al presidente destituido, serían la razón fundamental para este accionar. Al mismo tiempo, se ha denunciado que los recursos naturales son explotados casi monopólicamente por la metrópoli europea.


Los trabajadores viven en la más profunda miseria. El 75% de la población es pobre y otro 10% batalla día a día por sobrevivir, mientras una pequeña minoría se enriquece a su costa. Los 32 millones de habitantes dependen de las exportaciones de vainilla y otros productos agrícolas, tanto las sequías -consecuencia de la depredación ambiental- así como los aranceles impuestos por Donald Trump, han puesto en peligro su supervivencia. La crisis mundial y la guerra internacional es el fermento de crisis políticas terminales y crecientes rebeliones populares.

 
 

Suscribete a nuestro newsletter

Gracias por suscribirse

  • Facebook
  • Instagram
  • Twitter
bottom of page