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Israel, Turquía y Azerbaiyán; Estados terroristas y genocidas


Una aclaración preliminar para despejar de entrada cualquier vacilación o interpretación malintencionada de estas líneas: condenamos rotundamente los terribles crímenes, métodos y acciones de la agrupación Hamas perpetrados el sábado 7 de octubre pasado, que provocaron, a día de hoy, 1.300 muertes y el secuestro de alrededor de 200 personas aún privadas de su libertad, cuyo paradero se desconoce.


Esto de ninguna manera justifica la masacre israelí desatada sobre Gaza, con 3 mil víctimas y más de 10 mil heridos hasta este momento, situación que, todo indica, continuará agravándose. Allí hay hospitales bombardeados, escasez de material sanitario esencial, morgues colapsadas, falta de luz, agua y gas. Han sido asesinados niños, mujeres, ancianos, periodistas y trabajadores de la ONU. Una catástrofe humanitaria que agudiza el estado de por sí calamitoso de ese enclave, catalogado por muchos como un campo de concentración a cielo abierto, donde la gente vive amurallada y hacinada.


El gobierno ultraderechista y sionista de Benjamin Netanyahu, que ya lleva 17 años gobernando Israel, a través de tres períodos intercalados, encontró en la agresión de Hamas la mejor excusa para profundizar su política de dominio, colonización y ocupación de Palestina, ejerciendo terrorismo de Estado contra el pueblo palestino, con el silencio y la complicidad de las potencias occidentales.


Un par suyo, otro autócrata que está enquistado en el poder hace veinte años con tintes nacionalistas y autoritarios, anulando la libertad de prensa y de expresión, oprimiendo minorías y disidencias, el presidente de Turquía, Recepp Tayyip Erdogan, hipócritamente finge estar interesado en la tragedia humana que se vive en Gaza, y al tiempo que, supuestamente expresa apoyo a la causa palestina, se ofrece como mediador entre Israel y Hamas, como hace en cuanto conflicto puede, arrogándose una supuesta importancia regional de la que carece, salvo en su propio divague, y procurando quedar bien parado con todas las partes en pugna, explotando sus oportunidades geopolíticas para evitar que la crisis económica y social de Turquía se lo lleve puesto.


Pero Erdogan, como Netanyahu con los palestinos, ejecuta su propia política terrorista y genocida, en este caso contra el pueblo kurdo, que son perseguidos y oprimidos en Turquía y a los que a su vez ataca en el norte de Siria, bombardeando y asesinando civiles y cometiendo numerosos crímenes de guerra.


A su vez, su delirio de convertirse en un nuevo sultán otomano, lo lleva a un afán expansionista hilarante y feroz que genera conflicto y desestabilización en toda la región y más allá. Realizó intervenciones militares o está al acecho en el Mar Mediterráneo, en Chipre, Siria, Irak, Afganistán, Kosovo y Libia, mientras que su retórica agresiva y desafiante hacia Grecia es permanente.


Pero a este dueto siniestro de Netanyahu y Erdogan, se viene a sumar un personaje menor y prácticamente ignoto, el presidente de una república denominada Azerbaiyán, un pequeño país de origen túrquico, casi un Estado satélite de Turquía, ubicado en el Cáucaso. El individuo en cuestión se llama Iham Alyev, es un carcamal anacrónico con mentalidad medieval, que también gobierna hace veinte años, heredó el cargo de su padre y tiene como vicepresidenta a su esposa.


Hace muy poco, este vetusto autócrata se apoderó de Nagorno Karabaj o Artsaj, un enclave armenio puesto por las autoridades soviéticas bajo administración azerbaiyana en 1921, a pesar de su histórica identidad y su población armenia.


Azerbaiyán ocupó militarmente, cometiendo numerosos crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos, esa región, que tras la disolución de la Unión Soviética se había proclamado como República Autónoma. Sus 120 mil habitantes, de etnia armenia, fueron desplazados forzosamente y se encuentran en carácter de refugiados en Armenia, mientras que el territorio de Artsaj quedó vacío y listo para su usurpación. Se llevó a cabo una limpieza étnica en pleno siglo XXI. Para ello, Azerbaiyán contó el apoyo directo de Turquía y se dotó de armamento israelí. El triángulo nefasto cierra a la perfección.


Lo que pasó en Karabaj, es lo que anhela consumar Netanyahu en Palestina y Erdogan con los kurdos.


Ahora corre peligro el sur de Armenia, la provincia de Syunik, que corta la conexión terrestre entre Azerbaiyán y su exclave Najicheván (otro territorio armenio entregado a Azerbaiyán durante el período soviético), y finalmente con Turquía.


La región no encontrará paz hasta que estos sátrapas y las ideas que representan sean enterrados políticamente para siempre.


Abajo los Estados opresores, ultranacionalistas, expansionistas y supremacistas.

Nuestra solidaridad con Palestina, con Armenia, con los kurdos y con todos los pueblos oprimidos del mundo. A su vez, apoyo al pueblo israelí, turco y azerbaiyano que se opone a las políticas genocidas de sus Estados.


Contra toda forma de nacionalismo, religionismo, sectarismo y sexismo. Que todos los pueblos, todas las creencias y todas las identidades vivan libremente y en igualdad de condiciones, con sus propios colores, culturas y matices.


Por la fraternidad mundial bajo un nuevo orden social sin opresores ni oprimidos, y con los preceptos de la igualdad, el respeto, la memoria, la verdad y la justicia como estandartes.


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