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Los niños migrantes mueren en el mar a la vista de todos y el mundo lo ignora deliberadamente


(Foto: Unicef)


La agencia de la ONU para la infancia informó que en los primeros seis meses del año murieron once niños cada semana en la ruta entre el norte de África y Europa, duplicando la cifra del mismo periodo del año anterior. Concretamente, 289 niños y niñas perdieron la vida entre enero y junio de 2023 al intentar esa travesía. “Mucho más de lo que vemos en los titulares de las noticias”, señaló Vera Knaus, titular de la cartera sobre Migración y Desplazamiento de Unicef. Sin embargo, advirtió que es probable que el número real de víctimas infantiles sea mayor, ya que muchos naufragios en el Mediterráneo central no dejan sobrevivientes o no se registran.


Según cálculos de la agencia, unos 11.600 niños cruzaron durante los primeros seis meses del año, una cantidad que es también casi el doble que la registrada en el mismo periodo de 2022. Knaus consideró que dado el silencio en torno a muchas de estas muertes evitables, se puede decir que el mundo “ignora deliberadamente lo que está sucediendo”, y marcó que el Mediterráneo central es una de las rutas migratorias más letales.


Además, añadió que muchos niños están haciendo la travesía sin sus padres o tutores, y las niñas que viajan solas son especialmente vulnerables a la violencia durante todo el viaje.


Denunció la falta de acción política para permitir el acceso seguro al asilo y proteger los derechos y la vida de los niños cualquiera que sea su origen o su modo de viaje.


Los países de la región y de la Unión Europea deben hacer más para proteger a los niños vulnerables en el mar. La protección debe extenderse a los países de origen, tránsito y destino. Hizo hincapié en la necesidad de que se abran vías seguras, legales y accesibles para que los niños busquen protección y se reúnan con sus familias, mediante la ampliación del acceso a la reunificación familiar, el reasentamiento de refugiados y otras visas humanitarias. Asimismo, argumentó que los países deben intensificar la coordinación de las operaciones de búsqueda y rescate en el mar y garantizar el rápido desembarco en lugares seguros.


Mientras tanto el parlamento Europeo discute nuevas leyes para reprimir a los migrantes que llegan al Viejo Continente. Entre otras, el reparto entre los Estados miembros de 30 mil personas al año o, en su defecto, un aporte económico. Además, dispuso un endurecimiento de los requisitos para quienes buscan asilo en territorio europeo, y también la construcción de nuevos centros de detención.


Hay incluso denuncias, como sucedió en el último gran naufragio en las costas de Grecia, de que la Unión Europea permitiría deliberadamente el hundimiento de buques, o no hacer lo suficiente para rescatarlos, para evitar la llegada de refugiados.


La barbarie migratoria de este sistema mundial se agrava a medida que las guerras, la miseria y el hambre se esparcen persistentemente. Este orden político es responsable de las más de 20 mil muertes en el Mediterráneo durante la última década, especialmente dolorosas cuando se trata de niños. Algo inconcebible, mientras los Estados siguen más preocupados por competir entre sí por venta y producción de armas, petróleo y tecnología.


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