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Tailandia y Camboya; se reactiva un nuevo frente en la guerra global


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Los recientes enfrentamientos armados entre Tailandia y Camboya, que ya han provocado una docena de muertos, reactivan una vieja disputa territorial que nunca se zanjó del todo y podrían continuar escalando hasta un conflicto armado a gran escala de no bajar las tensiones.


El eje de la discordia es una franja fronteriza de unos 800 kilómetros donde aún hay zonas sin delimitación oficial. El punto más sensible es el área alrededor del templo de Preah Vihear, una antigua construcción jemer del siglo XI ubicada sobre un acantilado en la frontera norte de Camboya, muy cerca de Tailandia.


En 1962, la Corte Internacional de Justicia falló a favor de Camboya, reconociéndole la soberanía sobre el templo. Pero Tailandia nunca aceptó plenamente la decisión, sobre todo porque la disputa no se limita al edificio en sí, sino al territorio adyacente —varios kilómetros cuadrados de gran valor estratégico— que ambos países reclaman como propio.


El conflicto se intensificó entre 2008 y 2011, con enfrentamientos armados que causaron 28 muertos y miles de desplazados. En 2013, otro fallo de la Corte reafirmó que todo el terreno alrededor del templo también pertenece a Camboya, pero la frontera no quedó del todo demarcada y sigue siendo un punto caliente.


Esta franja es clave no solo por lo simbólico del templo, sino porque está ubicada en una región montañosa, difícil de controlar, que funciona como paso natural, zona de vigilancia y punto de proyección militar. Además, hay recursos naturales en juego, como madera, minerales y acceso al agua, lo que aumenta su valor.


Hoy, el enfrentamiento se explica también por razones políticas internas y tensiones regionales. El nuevo primer ministro camboyano Hun Manet —hijo del histórico hombre fuerte Hun Sen— busca afirmarse mostrando autoridad en temas de soberanía. Del lado tailandés, hace muy poco la primera ministra Paetongtarn Shinawatra, fue suspendida de su cargo para ser investigada por posibles violaciones éticas, justamente en su gestión de la disputa fronteriza. Por tanto, el gobierno interino también necesita legitimar su poder en este contexto frágil. Ambos apelan al nacionalismo como estrategia política, una práctica común entre regímenes autoritarios.


Pero hay además un telón de fondo internacional. Camboya es un aliado firme de China, que ha invertido miles de millones en infraestructura y proyectos militares en el país. Tailandia, en cambio, mantiene vínculos estrechos con Estados Unidos, aunque también coopera con Beijing. La disputa territorial, entonces, también funciona como caja de resonancia de la creciente rivalidad entre potencias en Asia-Pacífico, donde China busca consolidar su influencia y Estados Unidos intenta contenerla.


La historia se repite: fronteras mal trazadas por el colonialismo europeo, gobiernos que usan el conflicto para sostenerse, y grandes potencias que mueven sus fichas desde las sombras.

 
 

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