Anura Kumara Dissanayake, del Frente de Liberación Popular (JVP), se ha convertido en presidente de Sri Lanka tras una victoria inesperada que ha sacudido el panorama político del país. Ganó la segunda vuelta con el 56% de los votos, superando al candidato de la coalición de centroizquierda Samagi Jana Balawegaya (SJB), Sajith Premadasa, quien obtuvo un 44%. El presidente saliente, Ranil Wickremesinghe, del Partido Nacional Unido (UNP), terminó en un lejano tercer lugar con solo un 17% de apoyo.
El resultado fue el reflejo de una profunda crisis social y económica que azota al país. En 2022, una revuelta popular masiva forzó la huida del ex presidente Gotabaya Rajapaksa, quien dejó a Sri Lanka sumida en una crisis financiera que afecta gravemente a la población.
El proceso electoral fue inusual. Con 38 candidatos en la contienda, el mayor número en la historia del país, ningún candidato alcanzó el 50% necesario en la primera vuelta, llevando a un balotaje por primera vez en Sri Lanka.
Aunque Dissanayake se define como marxista, ha afirmado que no desconocerá el acuerdo con el FMI, sino que buscará renegociar sus términos. También ha señalado su intención de privatizar sectores económicos clave, excepto la energía, aunque incluye la educación dentro de las áreas a privatizar. Este enfoque pragmático ha generado críticas, ya que contrasta con la retórica más radical de sus primeros años.
El JVP tiene un pasado marcado por su apoyo a la guerra civil contra la minoría Tamil y su complicidad con los partidos tradicionales. Aunque se presenta como una fuerza renovadora, ha estado vinculado a varios gobiernos previos. Además, defiende la unidad territorial y el budismo como religión oficial, alejándose de una retórica clasista, a pesar de exhibir símbolos como los retratos de Marx y Fidel Castro.
El acercamiento a India y Estados Unidos, especialmente en un contexto de rivalidad con China en la región, plantea interrogantes sobre el futuro alineamiento geopolítico del país. Aunque el JVP históricamente ha favorecido lazos con China, el nuevo escenario geopolítico podría llevar a un reposicionamiento.
Dissanayake fue claro: “No soy un mago, sino un ciudadano corriente”, subrayando su voluntad de actuar con pragmatismo en medio de la crisis. El pueblo de Sri Lanka, agotado por las promesas incumplidas, ha depositado su esperanza en él, esperando que esta vez el cambio sea real. Difícil.
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