(Foto: Davit Ghahramanyan / AFP)
Por Valentino Miceli Sarkissian
Desde el mes de diciembre del año 2022, Azerbaiyán decidió de forma unilateral el bloqueo de suministros de gas, electricidad y elementos sanitarios, además de la profundización en los últimos meses del cierre total de carreteras, provocando que aquellos armenios que se retiren de Artsaj, generalmente por motivos de salud relacionados a la falta de medicina, no puedan retornar a sus hogares, constituyendo no solo una violación a la libertad de circulación sino también una amenaza a la dignidad humana y al derecho a la vida de la población de Artsaj. Estos hechos lamentables suceden debido a que, luego de la declaración tripartita de la última posguerra entre Armenia, Azerbaiyán y el hegemón regional Rusia, se resolvió que el corredor de Lachin/Berdzor (que une la región de Syunik con la República de Artsaj, siendo su única conexión con Armenia) sea controlado por las naciones firmantes con un contingente de paz auspiciado por Rusia. Previo a la segunda guerra y desde el año 1992 en el contexto de la primera, el control era ejercido exclusivamente por las fuerzas armenias, desde los momentos previos a la heróica liberación de Shushí, que definió el resultado de aquella guerra.
Los problemas que llevan a la situación actual aparecen cuando, en el transcurso del año 2022 Azerbaiyán, con los ánimos expansionistas que lo caracterizan en los últimos tiempos y violando el cese de fuego, comienza a efectuar ataques al corredor y avanza estratégicamente sobre aldeas circundantes al mismo como Sus y Aghavno, instalando por primera vez un puesto de control fronterizo a cargo de sus fuerzas armadas. Azerbaiyán aprovechó además la inacción de las fuerzas de paz rusas en la zona (en gran parte debido al foco actual de Rusia en su campaña en Ucrania), sintiéndose con total impunidad de emprender este tipo de acciones contra la población armenia, fomentando al mismo tiempo el odio étnico entre sus ciudadanos mediante sus aceitados y restrictivos sistemas de propaganda y prensa.
Esta actitud por parte del gobierno y las fuerzas azeríes que responden al mismo no demuestra más que la naturaleza autoritaria de los actos políticos de su nación, que no solo se manifiestan en amenazas de genocidio y violaciones de derechos básicos puertas afuera con la población armenia, sino que también, puertas hacia adentro, su población sufre las consecuencias de un gobierno que en mas de 20 años (sin alternancia alguna, claro) se encargó de subyugar libertades básicas, como por ejemplo la libertad de expresión, encontrandose terminantemente prohibida toda critica abierta al gobierno, llegando a provocar el exilio y encarcelamiento de opositores que alzaron la voz sobre las distintas violaciones. Azerbaiyán es el ejemplo de un autoritarismo que, bajo el reconocimiento mundial de ser una “democracia iliberal” o “imperfecta”, quiere lavar su imágen y reforzar su reputación internacional mediante el uso de sus abundantes recursos naturales y con el apoyo incondicional de la República de Turquía y su presidente Erdogan, que intervino directamente en el conflicto del 2020, marcando la diferencia en el combate debido al suministro de armamento sofisticado, como por ejemplo los famosos y efectivos drones de combate Bayraktar TB-2 (que están siendo utilizados actualmente por Ucrania en su conflicto con Rusia).
Mientras la comunidad internacional siga haciendo la vista gorda ante estas graves violaciones de derechos humanos básicos, Azerbaiyán continuará con su política. Los principios universales básicos y fundantes del orden internacional vigente (que en muchos casos son observados, pero en este caso son gravemente omitidos, ignorándose también el principio de igualdad) no pueden seguir siendo postergados por el poder de lobby de estados como Azerbaiyán, afectando a poblaciones en situación de debilidad como la de Artsaj, que se encuentra al borde de una catástrofe humanitaria y, según varias organizaciones de derechos humanos y prevención de violaciones a los mismos como Genocide Watch, corre peligro de potencial exterminio.
El presidente de la República de Artsaj, Arayik Harutyunyan, quien se unió a las recientes protestas ciudadanas en el centro de la capital Stepanakert en tono de reclamo internacional por las graves consecuencias del bloqueo, pronunció el pasado 17 de julio un discurso, apuntando con duras críticas a la comunidad internacional y el incumplimiento de los tratados de cese de fuego, además del llamado por el cumplimiento del derecho de autodeterminación, la inacción internacional ante el bloqueo y las crecientes amenazas por parte de Azerbaiyán. Se destacan las siguientes palabras del presidente:
"Luchamos por la realización, reconocimiento y protección de nuestro derecho inalienable a la vida digna y a la libre determinación en nuestra propia patria, y este derecho es natural e innegociable. En las condiciones de la política sistemática de odio étnico y discriminación contra el pueblo armenio que prevalece en Azerbaiyán, la población armenia de Artsaj en particular se enfrenta a una amenaza real de aniquilación física y crímenes de lesa humanidad manifestados por la guerra y el actual bloqueo. En tales circunstancias, reconocer y proteger nuestro derecho a la libre determinación externa es un medio indispensable no sólo para gestionar nuestro propio destino, sino también para garantizar la existencia física de todo un pueblo originario”.
(…) "esperábamos que varios actores de la comunidad internacional levantaran el bloqueo, impidieran que se profundizara más. Solo hemos escuchado buenas palabras, pero no la implementación práctica de la declaración tripartita, las órdenes de la Corte Internacional de Justicia de la ONU, las decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos o los llamados de organizaciones internacionales, estados individuales y otros actores. Nunca lo vimos. De decisión en decisión, de llamada en llamada, la situación del pueblo de Artsaj se volvió cada vez más complicada, y Azerbaiyán se volvió cada vez más despiadado, lo que marca la agonía del sistema legal internacional".
Asegurando por último y de forma tajante que "si, como resultado de la intervención internacional, la situación del pueblo de Artsaj no vuelve a un curso más o menos familiar, recurriremos a medidas más duras tanto en Artsaj como fuera de ella".
Es propicio que estos principios y derechos se observen de forma igualitaria en los estados adherentes a las Naciones Unidas como mandan las cartas y resoluciones internacionales de derechos humanos y, a su vez, que las organizaciones internacionales que adhieren a estos tomen cartas en el asunto de forma seria, en vez de repetir llamados “al diálogo entre las dos partes” de forma displicente. Es evidente que esto no ha funcionado. De lo contrario, anclado a la evidente violación a los derechos en general por parte del régimen de Ilham Aliyev, seguirán continuando impunemente otros delitos e inmoralidades políticas como la corrupción, el nepotismo, el autoritarismo, la censura, la violencia étnica, la expansión territorial mediante el uso de la fuerza y, lo más alarmante, el atentado a los derechos universales y fundamentales de la vida y la dignidad humana por medio de la limpieza étnica y el genocidio.