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El debate Trump-Harris, una competencia entre imperialistas

A falta de méritos propios, Donald Trump y Kamala Harris lograron su mejor performance en el segundo debate presidencial hacia las elecciones del 5 de noviembre (el primero, en junio, derivó en el retiro de la contienda del demócrata Joe Biden) cuando atacaron a su rival.


“Somos una nación que está en serio declive”, “se ríen de nosotros en todo el mundo”, “la inflación es probablemente la peor de la historia” (las encuestas indican que la economía es el tema más sentido por los norteamericanos), “tenemos el peor presidente y la peor vice de la historia” fueron algunos de los cuestionamientos que dirigió Trump a su contrincante.


Harris, por su lado, dijo que el magnate “nos dejó el peor desempleo desde la Gran Depresión, la peor epidemia de salud pública en un siglo (y) el peor ataque a nuestra democracia desde la Guerra Civil”, en referencia a la tentativa de golpe de Estado del republicano, tras su derrota electoral a manos de Biden, en 2020. Así fue la dinámica de ataques y contraataques del debate transmitido por la cadena ABC News.


Trump protagonizó momentos desopilantes, como cuando acusó a Harris de “marxista” y cuando agitó su mensaje xenófobo sobre la supuesta “invasión” migratoria a Estados Unidos, que asocia sin pudor a la delincuencia. El magnate llegó a decir que los migrantes de origen haitiano se comen a las mascotas (gatos y perros) en Ohio, algo que, si hacía falta, fue desmentido por las autoridades locales. Con fake news y referencias peyorativas, Trump volvió a mostrarse como el mayor exponente de un discurso global de odio que se está diseminando también en otras latitudes (Estado Español, Reino Unido, Alemania).


Pero Harris fue incapaz de encarar una defensa de los migrantes, sencillamente porque el gobierno al que pertenece deportó a millones de personas y reforzó la seguridad en la frontera.


El bloque de política exterior fue el más indicativo del carácter imperialista de las dos candidaturas. Harris reivindicó (otra vez) “el derecho de Israel a defenderse”, una manera sibilina de justificar la masacre en curso. En medio de los cuestionamientos al ataque de Israel contra escuelas, hospitales y centros de refugiados de la Franja de Gaza, estos términos, apenas matizados por una crítica de los supuestos excesos de las fuerzas israelíes, no son más que piedra libre para el genocidio y garantías de la continuidad de la entrega de bombas y municiones a Tel Aviv. Poco importa que la vice haya intentado cubrirse promoviendo una salida de “dos Estados” en la región, que la propia colonización sionista ha vuelto inviable.


Trump buscó, si eso fuera posible, mostrarse como más consecuente en el apoyo a Israel, al reprocharle a Harris no haber participado este año de una recepción al primer ministro Benjamin Netanyahu en Estados Unidos.


En cuanto al conflicto en Ucrania, Trump volvió a acusar al gobierno de falta de liderazgo y dijo que bajo su gestión podría acabar con la guerra en 24 horas. Más aún, se jactó de que “si yo fuera presidente, Putin se hubiese quedado en Moscú”, como réplica a la acusación de Harris de que “si Trump fuera presidente, Putin ya estaría en Kiev” -esto debido al recelo de muchos republicanos a seguir financiando la guerra, como resultado del costo que supone para el Estado.


El líder republicano alertó del riesgo de una Tercera Guerra Mundial, pero son precisamente las políticas de la Casa Blanca en los últimos años, incluida su gestión (guerra comercial, incremento del gasto militar, cerco naval sobre China, apoyo a Israel) las que nos están llevando en esa dirección.


En definitiva, fuera de la demagogia y los fuegos de artificio, el debate enfrentó a dos candidatos que no tienen ninguna perspectiva favorable que ofrecer a los trabajadores de su país y a los pueblos del mundo.

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