El discurso colonial contemporáneo tras el accidente minero en África
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- 20 nov
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Por Isabel Ginés | Nueva Revolución

El reciente accidente en una mina artesanal de África, un derrumbe que ha puesto de nuevo en el centro del debate las condiciones laborales, la precariedad estructural y la dependencia global de minerales estratégicos como el cobalto, el litio o el coltán, ha reactivado en redes sociales un aluvión de comentarios que, lejos de contribuir al análisis, reproducen estereotipos coloniales y simplificaciones peligrosas. Un ejemplo especialmente viral ha sido un tuit en el que un usuario afirma haber trabajado durante años como “director de seguridad en compañías mineras anglosajonas” y utiliza esa supuesta experiencia para defender una visión profundamente polarizada: la idea de que la minería industrial gestionada por empresas europeas, canadienses o australianas sería modélica, mientras que la minería artesanal africana derivaría supuestamente de una “mentalidad” local que justificaría el trabajo infantil o la falta de seguridad.
El mensaje incorpora además una serie de ataques personales, insultos y afirmaciones de tono claramente xenófobo y racializado. Conviene señalar el contenido central del tuit, que podría resumirse así:
El autor sostiene que las minas industriales occidentales operan bajo los mismos estándares de seguridad que en Europa y que la minería artesanal africana es fruto de una supuesta “cultura” que normaliza el riesgo, la explotación y el trabajo infantil.
Este tipo de discurso, que circula con frecuencia en redes, merece ser analizado no solo por su agresividad, sino por su falta de fundamento empírico y su carga ideológica.
La ficción de la “minería occidental ejemplar”
La primera afirmación problemática del tuit es la idealización de la minería industrial gestionada por consorcios occidentales. La literatura especializada y las investigaciones de organismos internacionales muestran una realidad muy distinta.
Diversos informes de Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Global Witness, ONU Medio Ambiente y UNICEF documentan que las grandes empresas mineras, incluidas las de capital occidental, operan en muchos países africanos bajo:
• Condiciones laborales desiguales entre expatriados y trabajadores locales.
• Sistemas de seguridad insuficientes, especialmente en zonas geológicas inestables.
• Prácticas de subcontratación opacas, que desplazan la responsabilidad legal.
• Impactos medioambientales severos, que afectan a comunidades enteras.
• Conflictos con poblaciones locales por uso de tierras, agua o desplazamientos forzados.
La idea de una minería occidental “idéntica” a la europea es por tanto insostenible. Las dinámicas extractivas responden a entramados económicos y políticos propios del espacio postcolonial: zonas regulatoriamente débiles, vigilancia limitada, marcos legales maleables y una relación de dependencia entre gobiernos locales y compañías extranjeras.
La minería artesanal: complejidad económica frente a estereotipos raciales
El tuit atribuye la existencia de la minería artesanal y del trabajo infantil a una supuesta “mentalidad africana que considera a los niños fuerza de trabajo”. Esta afirmación no solo es racista, sino que ignora décadas de investigación en economía política africana.
Los estudios de Dorothy Hodgson, Mbembe, Bayart, Timothy Mitchell y múltiples informes de la African Development Bank demuestran que la minería artesanal surge de:
• La falta de alternativas económicas sostenibles.
• La privatización de recursos y el cierre de minas estatales desde los 90.
• La ausencia de regulación efectiva.
• La dependencia histórica de exportación de materias primas.
• Las redes comerciales transnacionales, incluidas europeas y asiáticas.
El trabajo infantil, además, no es una “cultura”, sino una consecuencia estructural de pobreza severa, conflictos armados, ausencia de escolarización y explotación internacional.
Reducirlo todo a una supuesta “mentalidad africana” es ignorar deliberadamente los factores económicos globales y reproducir discursos coloniales que responsabilizan a las víctimas.
El accidente reciente: un caso que desmonta la narrativa simplificadora
El accidente que ha motivado el debate no puede explicarse mediante la dicotomía “minería occidental buena / minería africana mala”. Los derrumbes en minas artesanales ocurren por:
• Fallas geológicas inestables.
• Excavaciones sin soporte técnico.
• Intermediarios que compran el mineral a precios de miseria.
• Corrupción local y presión económica global.
• Falta de supervisión estatal y regulatoria.
Pero detrás de esas causas hay una estructura mayor: la demanda global de minerales esenciales para la economía digital, desde teléfonos móviles hasta baterías de vehículos eléctricos. La explotación no se explica por “cultura africana”, sino por la cadena internacional de extracción, intermediación y consumo, donde los países ricos ocupan siempre la parte alta de la pirámide.
Racismo, pseudociencia y violencia en redes: por qué importa responder
El tuit analizado es representativo de un patrón discursivo: cuando ocurre una tragedia en el Sur Global, ciertos usuarios reaccionan con una mezcla de paternalismo colonial y culpabilización cultural. Esta narrativa sirve para exculpar a las empresas occidentales, invisibilizar la responsabilidad internacional y desviar la atención de la estructura económica global que sostiene la minería.
Además, el discurso viene acompañado de insultos, descalificaciones personales y violencia verbal, elementos que sustituyen el razonamiento por agresión y que buscan, más que informar, silenciar al interlocutor.
Responder desde la evidencia, por tanto, no es solo útil: es necesario.
El debate abierto tras el accidente minero en África demuestra hasta qué punto persisten narrativas coloniales y visiones distorsionadas sobre la economía extractiva. Frente a discursos basados en anécdotas personales, insultos o estereotipos raciales, es fundamental sostener el análisis en investigaciones verificables, bibliografía académica y datos de organismos internacionales.
La minería industrial o artesanal en África no puede explicarse mediante simplificaciones moralizantes, sino a través de una comprensión compleja de los procesos históricos, económicos y geopolíticos que atraviesan el continente y que nos interpelan directamente como consumidores globales.






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