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El sionismo delirante israelí y sus dislates

Foto del escritor: Alex HadjianAlex Hadjian

El ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, en recientes declaraciones afirmó la "inexistencia" del pueblo palestino, una barrabasada que ignora la realidad histórica y cultural, que no resiste ningún análisis y, de no ser señalada por un alto funcionario, sólo podría ser tomada a la chacota. Los argumentos del sionismo para procurar justificar la opresión y la colonización son cada vez más hilarantes.


"No existe tal cosa como un pueblo palestino. Históricamente, no ha habido tal gente", señaló Smotrich sin ponerse colorado, enumerando cinco parámetros comunes que, a su criterio, definen a un pueblo de acuerdo al derecho internacional: "idioma, moneda, rey, patrimonio e historia", dando una "cátedra" de historia, sociedad y Estado, cuando se supone que este señor de lo que entiende es de finanzas, al menos de acuerdo al cargo que tiene.


Las identidades nacionales no son perenes ni estáticas, son construcciones que se forjan y evolucionan a través del tiempo, y se van moldeando por diversos acontecimientos sociales, culturales y conflictos históricos. Entre tales sucesos, sobresale la estructuración política de las sociedades, actualmente bajo la forma de los modernos Estados-nación.


Aunque confusa, desatinada y balbuceante, a lo que se supone apuntaría el intento de explicación del ministro israelí, es a que serían "pueblos" únicamente aquellos "milenarios", con un idioma particular, tradiciones antiguas y demás. Por cierto, se digna a "conceder" tal caracter a los árabes, no así a los palestinos. Es decir, no habría sirios, libaneses, iraquíes, etcétera, sino simplemente árabes. Esta perspectiva le quita la condición de "pueblo", no sólo a los habitantes del principal aliado y artífice del sionismo -Estados Unidos- sino a todas las poblaciones modernas de América, Europa, e hilando fino, prácticamente a todos los pueblos del mundo. Se trata sencillamente de una ridiculez sin importancia, pero que deja traslucir el grado de fanatismo, supremacismo y mesianismo que perturba la mente de los sujetos que están en los altos mandos del gobierno sionista.


La identidad colectiva palestina, desde luego, ha sido intensamente marcada en el último siglo por la resistencia, primero al colonialismo británico y luego al sionismo genocida, que juntos idearon la implantación del Estado de Israel a expensas de los derechos y la existencia del pueblo palestino, en tierras que ellos habitaban, sufriendo desplazamientos y asesinatos masivos conocidos como la Nakba, en aras de la concreción de ese engendro que se perpetúa hasta hoy, que es el Estado sionista. Es precisamente en la lucha contra la opresión y el colonialismo donde las identidades nacionales encuentran mayor fuerza y propósito. La causa palestina es una resistencia legítima por la autodeterminación y la liberación nacional, similar a otros movimientos anticoloniales a lo largo de la historia.


Justamente, las declaraciones de Smotrich (ver aquí) se llevaron a cabo durante su intervención en el marco de la votación en el parlamento israelí contra la creación de un Estado palestino, que finalmente aprobó esta resolución patrocinada por el primer ministro Benjamín Netanyahu por 68 votos a favor y 9 en contra.


El sionismo, execrable como toda forma de supremacismo y ultranacionalismo, a pesar de sus desquiciadas y absurdas narrativas, no tiene nada de jocoso. A la luz de las ya más de 40 mil víctimas palestinas desde el 7 de octubre pasado, es una verdadera tragedia para la humanidad.

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