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Países Bajos: ajustada derrota de la ultraderecha, continuidad del modelo


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El partido Democraten 66 (D66) ganó las elecciones generales anticipadas en los Países Bajos, convocadas dos años antes de lo previsto tras el colapso del gobierno de coalición de Dick Schoof, que se había derrumbado cuando los ultraderechistas del Partido de la Libertad (PVV) abandonaron el gabinete en junio, forzando un adelanto electoral en medio de un clima de desgaste político y fragmentación partidaria.


El D66, de orientación progresista y europeísta, dio la sorpresa al pasar de 9 a 26 escaños y convertirse en la primera fuerza parlamentaria, con casi el 17% de los votos. De este modo, es probable que encabece un nuevo gobierno el líder de ese espacio político, Rob Jetten. Apenás detrás quedó el PVV, que sufrió una fuerte caída al perder más de una cuarta parte de su electorado, pasando del 23,5% al 16%. El Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), fuerza liberal-conservadora que gobernó en la última década, apenas retrocedió y quedó con 23 bancas.


La alianza entre la Izquierda Verde y el Partido del Trabajo descendió a 20 diputados, mientras que el Partido Democristiano (CDA) logró un importante crecimiento, recuperando voto conservador y alcanzando 18 escaños. En la derecha más dura, los partidos JA2021 y Foro por la Democracia aumentaron su presencia, confirmando que la extrema derecha no desaparece sino que se reparte en varias expresiones. El Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB), que había sido la sorpresa en 2023, cayó a la mitad, y el Partido Socialista retrocedió a tres bancas.


El nuevo Parlamento, con más de una docena de fuerzas representadas, refleja un sistema cada vez más fragmentado, donde ningún bloque puede gobernar por sí solo. El D66 deberá buscar alianzas con otras formaciones del centro y la centroizquierda para alcanzar la mayoría, un proceso que podría ser largo y difícil.


El resultado muestra el desgaste de los discursos de ultraderecha que dominaron la política neerlandesa en los últimos años, pero no un giro real hacia la izquierda. La victoria de un partido socioliberal expresaría el deseo de estabilidad institucional y de frenar el extremismo, más que una apuesta por un cambio estructural.


El panorama sigue siendo de continuidad: el progresismo neoliberal reemplaza momentáneamente a la derecha populista, mientras las fuerzas socialistas y anticapitalistas permanecen marginales. Europa, y en particular los Países Bajos, parecen más cansados de la polarización que dispuestos a cuestionar el modelo económico que la genera.

 
 

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