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Kenia: tres semanas de movilizaciones contra el gobierno recién elegido

Por César Neto | Rebelión


La toma de posesión del presidente de Kenia, William Ruto, tiene apenas diez meses y su gobierno ya enfrenta la segunda ronda de manifestaciones desatadas por la ira de las masas. Los efectos de la crisis económica mundial y la guerra en Ucrania han sido devastadores para el país. Las primeras manifestaciones comenzaron en marzo y en julio se intensificaron.


Así, Kenia entra en la ruta de las fuertes movilizaciones que se están dando en África en este primer semestre de 2023. Mozambique, Senegal, Angola y Sudáfrica son algunos ejemplos de países donde se dan estas fuertes movilizaciones.


Las masas en estos y en otros países africanos están pagando un duro precio por la caída de los precios de los productos de las commodities, el aumento de los precios de los combustibles y el transporte y, finalmente, de los precios de los alimentos, que en algunos países se duplicaron en estos últimos meses.


Las movilizaciones estallan a partir de las más variadas cuestiones. En Mozambique, por ejemplo, el entierro de Azagaia, un cantante muy reivindicado por la juventud, alteró la pax impuesta por el FRELIMO. Al parecer, FRELIMO logró, a costa de mucha represión, controlar las manifestaciones que surgieron tras la muerte del cantante, autor de la famosa música africana “Pueblo en el Poder”. Sin embargo, médicos y funcionarios públicos del país ya anuncian movilizaciones.


En Senegal, la explosión se produjo tras el intento de detención de Ousmane Sonko, un candidato populista a las elecciones de 2024. De hecho, el gran problema del país es el desempleo, la inflación y la falta de perspectivas para la juventud.


En Angola, después del aumento de los precios de los combustibles y de la duplicación de los precios de los alimentos en apenas una semana, los taxistas y mototaxistas iniciaron una pequeña movilización para obtener los bonos prometidos para la gasolina, y este movimiento se extendió de inmediato, transformándose en una semana de movilizaciones por todo el país.


En Kenia, tras las manifestaciones de marzo, este mes de julio la gente salió a las calles por tercera semana seguida. El candidato derrotado en las últimas elecciones, Raila Odinga, convocó a la población a una manifestación y, antes de cancelarla, el pueblo ya había tomado las calles. Trataremos de explicar mejor los motivos de las movilizaciones en Kenia.


Kenia es un país históricamente sofocado por el imperialismo inglés. Incluso, la misma Fuerza Aérea que luchó en la Segunda Guerra Mundial se utilizó a principios de la década de 1950 para sofocar la lucha de los campesinos kenianos. Esos campesinos luchaban por la preservación de sus tierras, usurpadas por colonos ingleses al servicio del grupo Lever, tierras utilizadas para la producción de té. Durante setenta años, el principal producto de exportación de la región ha sido el té, que ahora es distribuido mundialmente por la Unilever.


Las exportaciones de Kenia son fundamentalmente de productos no industrializados, destacándose: té (US$ 1.200 millones), flores (US$ 766 millones), café (US$ 262 millones), petróleo refinado (US$ 247 millones) y mineral de titanio (US$ 194 millones). Esas pocas exportaciones no garantizan una balanza comercial mínimamente equilibrada. Las importaciones desequilibran la balanza comercial en la adquisición de petróleo refinado (US$ 3.530 millones), aceite de palma (US$ 1.260 millones), medicamentos embalados ​​(US$ 554 millones), automóviles (US$ 549 millones) y hierro laminado en caliente (US$ 508 millones).


De estas exportaciones, 30% va a países africanos que también están en crisis. En cuanto a las importaciones, 70% provienen de China y de la India, lo que explica parte del endeudamiento con esos países.


Este desequilibrio comercial determinó que en 2021 Kenia fuese la 59° economía del mundo en términos de PIB, la 109° en exportaciones totales, la 81° en importaciones totales, la 142° economía en términos de PIB per cápita. El IDH del país, medido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se clasifica como bajo, ocupando el puesto 152 entre 191 países.


En 2021, durante la pandemia, su deuda externa estaba en US$ 71.000 millones; ocho años antes estaba en US$ 16.000 millones. El 30% de sus ingresos se utiliza para pagar el servicio de la deuda, es decir, sólo los intereses. El 69,1% del PIB corresponde a deuda. Entre las 50 economías con mayor riesgo de incapacidad de pagar sus deudas, Kenia ocupa el sexto lugar, según la agencia de inversiones Bloomberg.


Los trabajadores kenianos sintieron inmediatamente los efectos de la guerra en Ucrania. La inflación actual en el país ronda el 10%, pero este porcentaje no expresa exactamente el aumento de los precios en la mesa de las familias kenianas. El precio de los alimentos se disparó. El azúcar, por ejemplo, aumentó 58% en un año.


Además de los problemas estructurales típicos de una economía semicolonial, el país tiene que enfrentar sucesivos años de déficit en la balanza comercial, recesión y aumento de las tasas de interés, que hacen que la deuda externa crezca a pasos agigantados. No hay salida para este país si no suspende los pagos de la deuda, nacionaliza la tierra y tiene un fuerte plan de obras públicas para generar empleo. En este caso, ni Wiliam Rutto, actual presidente, ni el candidato derrotado en las últimas elecciones, Raila Odinga, están dispuestos a enfrentarse al FMI, el Banco Mundial y las transnacionales.


En marzo de este año, con apenas seis meses de gobierno de William Rutto, comenzaron las movilizaciones. Raila Odinga, el candidato derrotado en las últimas elecciones, trató de capitalizar el descontento popular, llamó a la movilización y perdió el control sobre ella.


El primer día de manifestaciones, una gran cantidad de personas salieron a las calles para protestar contra el gobierno. Las manifestaciones fueron gigantescas, para lo que es la tradición de un país hundido en un régimen bonapartista desde hace casi 50 años. Miles de personas marcharon en la movilización nacional contra los precios de los alimentos y el costo de vida. Para el gobierno, «las manifestaciones son anticonstitucionales y perturban la paz y los negocios en el país».


Con bombas lacrimógenas, balas de goma y armas letales, las manifestaciones fueron momentáneamente controladas. Fue posible controlar las manifestaciones gracias a los acuerdos militares de contrainsurgencia firmados entre EE.UU. e Israel y la policía y las Fuerzas Armadas de Kenia.


Una jornada de tres días de protestas comenzó el lunes (17/7). Rápidamente ganó alcance nacional y se involucraron las principales ciudades del país. Ríos de personas tomaban las calles. En los barrios más afectados por la represión, los moradores salían de sus casas a repartir agua para que los manifestantes pudieran lavarse la cara y suavizar los efectos de los gases lacrimógenos.


Los reclamos estaban relacionados con el aumento de los precios de los combustibles, el impuesto de 3% sobre los salarios para un supuesto fondo para construir viviendas populares y, sobre todo, la inflación que golpeaba sobre el precio de los alimentos. Un cartel decía: «Rutto debe reducir el costo del unga [harina de maíz] o simplemente desistir». La harina de maíz es fundamental para la alimentación de la población keniana.


“¡Ruto, acabe con la inflación o seguiremos en las calles!” Ese es el grito de guerra en las movilizaciones, es decir: o resuelve el tema de los precios de los alimentos o se va.


A pesar de la represión, hubo tres días de movilizaciones, incluso con la oposición tratando de mantenerse alejada de las calles. El líder opositor, Odinga, no fue visto en ningún lugar público, y según sus seguidores se encontraba en un lugar “muy seguro”. A través de las redes sociales, afirmó: “Este es un movimiento popular y no requiere que alguien lo dirija”.


Las principales movilizaciones africanas de los últimos meses tienen como característica común el modelo represivo de extrema violencia utilizado por los gobiernos. Antes, los gobiernos y sus aparatos represivos ya actuaban con mucha violencia, utilizando gases lacrimógenos, balas de goma y en algunos casos con vehículos especiales. Sin embargo, en manifestaciones recientes se ha denunciado el uso de armas letales contra los manifestantes. Eso es lo que explica que en Angola haya 13 muertos hasta ahora, incluida la de un niño de 12 años; en Senegal, 23 muertos y más de 500 heridos; en Kenia hay más de 30 muertos, sumadas las manifestaciones de marzo y julio.


Por otro lado, la ira y radicalización de las masas ha llevado a la quema de vehículos policiales, comisarías y organismos públicos. En Angola, incluso la sede del partido de gobierno fue incendiada. Estas acciones, aunque aisladas, muestran el grado de explosividad del movimiento.


A la barbarie represiva se suma la barbarie del hambre y la miseria, y todo ello sin que los trabajadores hayan desarrollado mecanismos de autodefensa y, para colmo, sin que existan organizaciones que defiendan la creación de estos mecanismos.


Las masas proletarias han hecho su parte y, además, han arrastrado para los enfrentamientos a sectores medios. Hay mucha radicalización y heroísmo en estas movilizaciones, pero falta la dirección política independiente de los trabajadores. Esta es la mayor tragedia de todas. En Angola, la cara visible de la oposición es la UNITA, partido que forma parte del régimen; en Senegal, la oposición está liderada por un pequeñoburgués populista, Ousmane Sonko, que tiene un proyecto político que es apoyado por EE.UU.; en Kenia, las movilizaciones son convocadas por Raila Odinga, candidato derrotado en las últimas elecciones por un pequeño margen de votos (50,49 x 48,85%) y que, junto al candidato ganador, William Ruto, formó parte de los dos últimos gobiernos.


La tarea central para la vanguardia de Kenia hoy es construir un programa antiimperialista, anticapitalista, independiente de los patrones y asentado en las organizaciones de los trabajadores, de los jóvenes y del pueblo pobre. Nosotros, de la Liga Internacional de los Trabajadores, apoyamos incondicionalmente ese esfuerzo político.

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