(Foto: STR / JIJI PRESS / AFP)
La semana pasada Japón logró que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU diera el visto bueno para liberar en el océano Pacífico más de un millón de toneladas de agua radioactiva de la central nuclear de Fukushima, que en marzo de 2011 colapsó por un sismo seguido por un tsunami provocando un desastre nuclear con fugas de material radioactivo. La empresa propietaria de la central, Tokyo Electric Power Company (TEPCO), había escatimado en medidas preventivas para evitar una catástrofe como la que finalmente ocurrió; instaló la planta en un área sísmica e inundable, retaceó el mantenimiento de los reactores y tercerizó tareas en personal no calificado. El episodio se encuentra entre las mayores catástrofes atómicas de la historia.
"Sobre la base de su evaluación integral, la OIEA concluyó que el enfoque y las actividades para la descarga de agua tratada ALPS tomadas por Japón son concordantes con los estándares de seguridad internacionales relevantes", señaló el director general del OIEA, Rafael Mariano Grossi. A su vez, Tokio afirma que las emisiones serán seguras y cumplirán las normas mundiales.
Sin embargo, esta aprobación por parte del organismo internacional ha suscitado fuertes críticas. Científicos y organizaciones ambientalistas de todo el mundo denuncian que las consecuencias de esa medida al ecosistema marítimo no fueron debidamente contempladas y que su impacto en la biodiversidad y la salud humana tendrían un alcance impredecible. Las comunidades locales de la región y los trabajadores de la pesca también han protestado por sus fuentes de vida. La explosión de los reactores en 2011 forzó el desplazamiento de cientos de miles de personas y el cierre de la industria pesquera durante cinco años, que nunca logró recuperar del todo su capacidad productiva.
Por su parte, China, Hong Kong, Corea del Sur y Corea del Norte lanzaron fuertes reclamos para frenar la acción, y en algunos casos han amenazado con prohibir el ingreso de productos de mar procedentes del país nipón, que recibe fuertes ingresos por la exportación de bienes pesqueros.
Desde la catástrofe nuclear de Fukushima, se han acumulado allí 1,32 millones de toneladas de agua residual, ya que TEPCO bombeó agua para enfriar los restos de combustible de los reactores, lo que se sumó a la filtración de aguas subterráneas y pluviales.
En 2018, la compañía había sido denunciada por la prensa japonesa por ocultar la liberación al mar de agua contaminada con niveles de radiación muy superiores a los permitidos.
Ahora la empresa se defiende asegurando que el agua será previamente tratada para diluir la presencia de tritio, un isótopo de hidrógeno radioactivo que no puede eliminarse. Sin embargo, Robert Richmond, director del Laboratorio Marino Kewalo, que forma parte del grupo de científicos internacionales que trabaja en la evaluación del plan, calificó de “prematura y desacertada” la medida. “La evaluación de impacto ambiental preparada por TEPCO es deficiente e inadecuada, al igual que los planes de monitorización, que no abordan la protección del ecosistema, sino solo la detección”, afirmó, y agregó que “los océanos del mundo ya están sometidos a estrés por el cambio climático, la acidificación de los océanos, la sobrepesca y la contaminación. Lo último que necesitan es ser tratados como un vertedero’”.
Por otra parte, organizaciones ambientalistas como Greenpeace denunciaron que el agua de Fukushima contiene otros elementos radiactivos como el carbono 14, que también presenta el riesgo de entrar en la cadena alimenticia y dañar el ADN si las dosis se acumulan a largo plazo.
TEPCO argumenta que sus tanques están al límite, no puede seguir acumulando agua radioactiva ni construir nuevos depósitos, y que su vaciamiento es “la única opción” para avanzar en el desmantelamiento definitivo de la planta.
Sin embargo, expertos señalan que existen otras alternativas no contempladas y que no implican contaminar el océano, como acopiar el agua en tanques como los actuales durante cuarenta a sesenta años, lo necesario para disminuir los niveles de tritio, o incluso emplearla para hacer cemento, más fácil de almacenar y capaz de bloquear la radiactividad.
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