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Peligra la estatalidad de la República de Armenia, en su peor estado desde 1991

Max Weber, un notable teórico de la sociología política, expone en su obra

“Economía y Sociedad” su famosísima definición de Estado: aquella asociación

política que en un ámbito territorial, reivindica con éxito el monopolio de la coacción

legítima. De esta definición nace directamente una serie de características de

elementos, denominadas como “notas de la estatalidad”, las cuales definen (en caso

de poseerlas o no) si el Estado en cuestión es fuerte o débil.


Entre sus notas se encuentran, en primer lugar, la soberanía: tanto interna (no admite contrapuntos de poder) como externa (no intervención de una unidad ajena al territorio propio). Le sigue la homogeneidad territorial, que tiene que ver con la continuidad del

territorio y su demarcación de fronteras. Luego se encuentran la centralización

jurídica y fiscal. La primera referida a que, en la misma unidad, todo derecho

emana de un mismo centro de poder. La segunda, referida a la potestad fiscal del

estado en cuanto al cobro de impuestos para asegurarse la obtención de recursos

para el logro de sus tareas (sujeto de mucho debate en tiempos actuales, debido a

la corrupción de las clases políticas y el advenimiento del discurso liberal económico). Otra nota tiene que ver con un actor importante para la tesis weberiana: la Burocracia. El autor la define como el “brazo ejecutor” del Estado para asegurar el dominio político o la obediencia. Como última nota, ni más ni menos, se encuentra el monopolio de la coacción o violencia legítima, tanto en el plano externo (declarar la guerra a otra unidad administrativa soberana) como interno (despliegue de Fuerzas Armadas/de Seguridad) en ejercicio del poder de policía.


A la luz del desarrollo de los acontecimientos políticos recientes en la República de Armenia desde la Segunda Guerra de Nagorno Karabaj, en la cual las fuerzas azerbaiyanas, con apoyo logístico-militar de Turquía, Israel y células terroristas provenientes de unidades rebeldes sirias, lograron la victoria y marcaron el inicio del final para la República de Artsaj, la estatalidad de Armenia no cesa de ser afectada sistemáticamente por la presión política y militar del gobierno autoritario de Azerbaiyán, pero también por la aquiescencia e inacción del premier Nikol Pashinian, quien parece no comprender que el Էstado armenio va rumbo a un colapso debido al deterioro abrupto de su estatalidad, siguiendo a Weber en algunas de sus notas fundamentales. Principalmente, las referentes a la soberanía y la homogeneidad territorial. Esto por obvias razones: el voraginoso avance militar ilegal de Azerbaiyán desde el año 2020 hasta la fecha tanto en Artsaj como en Armenia provocó una paulatina pérdida de territorios para el pueblo armenio.


Como resultado del polémico cese de fuego tripartito, auspiciado por Vladimir Putin, en 2020 (que impuso condiciones entreguistas como el “corredor de Zangezur” en la provincia de Syunik), aproximadamente tres cuartos de la República de Artsaj cayeron bajo control de Azerbaiyán, dejándola en un estado de vulnerabilidad que permitía predecir su trágico pero inminente final en septiembre de 2023, cuando una ofensiva brutal, con bombardeos a posiciones civiles incluidos, provocó la limpieza étnica, el éxodo total de los mas de 120 mil armenios nativos del Nagorno Karabaj y la disolución de la República producto de la toma de

Stepanakert por parte de las tropas azeríes. Pero esto nada más sirve como

preludio para entender los hechos que hacen al tema de esta nota.


Desde el año 2021, y en paralelo a los sucesos de Nagorno Karabaj, las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán se encuentran planeando y cometiendo una lenta y paulatina invasión hacia el sur de la República de Armenia, violando explícitamente su soberanía e integridad territorial, así como también los tratados internacionales que protegen estas notas de estatalidad y que ambos países suscriben por ser miembros de la ONU. Una vez más se demuestra que las organizaciones internacionales en el siglo XXI son una mera fachada, que meramente sirven para la corrección política y el paradigma globalista con la presunción fundamental de

defender a la democracia, mientras que en las acciones se premia a los dictadores,

invasores, criminales de guerra y violadores de derechos humanos como en el caso

de Ilham Aliyev, que recientemente logró un jugoso acuerdo de gas con la Unión

Europea, al desplazarse a Rusia como principal proveedor debido a las sanciones

por el conflicto con Ucrania.


Volviendo al tema de la invasión, esta comenzó con las tomas de territorio en las

zonas montañosas de las provincias de Syunik y Gegharkunik en el año 2021 por

parte de militares azerbaiyanos (con la moral por los aires tras conquistar gran parte

de Nagorno Karabaj el año anterior), días después de que Aliyev pronunciara uno

más de sus clásicos discursos delirantes que denotan sus intenciones expansionistas declarando a Syunik como territorio histórico de Azerbaiyán, al igual que Yerevan, con la aparente intención de brindar una justificación previa al accionar de sus subordinados. Las incursiones se extendieron en tiempo y espacio, ocupando territorios no solo en las provincias mencionadas, sino también en otros puntos fronterizos del país vecino. En total, la ocupación ilegal de Azerbaiyán en números asciende, hasta el día de la fecha, en un aproximado de 215 kilómetros cuadrados, además de encontrarse ocupado el enclave armenio de Artsvashen (40 kilómetros cuadrados) desde los años 90´ en el contexto de la primera guerra.


Así, estos dos elementos claves que hacen a la estatalidad y, por consecuencia, a

un estado fuerte y consolidado en la teoría de Weber se ven completamente

afectados en el caso observado, ya que efectivamente existe un contrapunto de

poder (Azerbaiyán) que le disputa el monopolio de la violencia dentro del territorio

soberano, siendo este intervenido por otra unidad independiente de forma arbitraria

y contra las normativas internacionales, entorpeciendo a su vez la continuidad del

territorio de la República de Armenia. Pero como se esbozó al principio, esto no se

debe exclusivamente al avance arbitrario del país del Mar Caspio, sino también a las

falencias de la administración Pashinyan en contener esta amenaza.


En principio, Pashinyan asumió el poder en 2018 con la promesa irrenunciable de

defender Artsaj y consolidar su independencia, eligiendo como lugar de su primera

visita de Estado a la capital Stepanakert en una señal de apoyo total. Pero con el

correr de su mandato, el corte que generó su discurso pro-occidente y, en cierto

punto, conciliador con países enemigos como Turquía y su alejamiento de Rusia

provocando distensiones fuertes en las relaciones (esto es relevante ya que

Armenia se encontró históricamente dentro del paraguas de seguridad ruso, hoy en

día mediante la OTSC) le costaron caro a la hora de asegurar la seguridad, valga la

redundancia, de sus fronteras y del ejercicio efectivo de la soberanía nacional. Este

caso sirve para dar cuenta de cómo y en qué medida la primacía de la ideología por

sobre el pragmatismo en el terreno de la política exterior afecta el interés nacional.


En 1991 fue cuando Armenia logró su independencia de la Unión Soviética en

el contexto de la Primera Guerra de Nagorno Karabaj con una estatalidad

notablemente débil, aunque con un fuerte nacionalismo e ímpetu de consolidarse

como Estado soberano, incluso alcanzando la victoria militar hacia 1994 en

inferioridad de condiciones, asegurando tanto sus fronteras como las de Artsaj.


Durante las décadas subsiguientes hasta la llegada de Pashinyan, con decisores

pragmáticos (aunque cuestionables en otros ámbitos) las fronteras permanecieron

prácticamente inamovibles, la soberanía nacional y la territorialidad no sufrían

violaciones constantemente, las fuerzas armadas, aunque débiles en lo

armamentístico, eran respetadas por sus aliados y enemigos y se tenía una relación

de cordialidad, dentro de las tensiones, con los países limítrofes, colocando las

necesidades reales de la nación antes que los preceptos ideológicos del gobernante

de turno a la hora de ejercer la política exterior. Todo esto se dio vuelta con la

llegada de Pashinyan al poder y aún más con el desarrollo y resultado del nuevo

episodio del conflicto, el acuerdo de cese de fuego y la totalidad de los

acontecimientos desde el año 2020 a la fecha.

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