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Vuelco electoral en Nueva Zelanda abre incógnita en la pugna entre China y EEUU en el Pacífico

Por Angelo Nero / Nueva Revolución

La guerra larvada entre China y Estados Unidos se sitúa, entre otras regiones, en el Pacífico, donde el gigante asiático está ganando mucho terreno, sobretodo a nivel comercial, pero también diplomático, en la que cada pieza del tablero, como los pequeños estados insulares, cuenta, como se ha podido demostrar en las Islas Salomón. Por eso se esperaba con interés el resultado de las elecciones en Nueva Zelanda, celebradas el 14 de octubre, que han pasado desapercibidas en la prensa occidental, debido a que la agenda informativa estaba centrada en los bombardeos indiscriminados del ejército israelí sobre Gaza.


En junio de este año, el primer ministro neozelandés, el laborista, Chris Hipkins, realizó un viaje oficial a China, donde fue recibido por el presidente Xi Jinping, que manifestó que consideraba a Nueva Zelanda un amigo y un socio, anunciando el establecimiento de una asociación estratégica integral. No hay que olvidar que el principal socio comercial de Nueva Zelanda es China, destino del 30% de sus importaciones directas, por encima de las destinadas a Australia y a Estados Unidos. Por otra parte Nueva Zelanda forma parte de la alianza Cinco Ojos, de la que forman parte Estados Unidos,Gran Bretaña, Canadá y Australia, una organización en materia de inteligencia, que es motivo de preocupación para Beijing.


Ahora se abre un incierto panorama, después de que el laborismo, tras seis años en el poder, perdiera la elecciones frente al conservador New Zealand National Party, que gana 50 de los 120 escaños del parlamento, con un incremento de 17 diputados, y un porcentaje del 39%, lo que, a pesar de no lograr la mayoría absoluta, le da muchas opciones a su líder, Christopher Luxon, para convertirse en el próximo primer ministro neozelandés.


La otra cara de la moneda la ofrece el New Zealand Labour Party, que se queda con tan solo 34 diputados -perdiendo 31 escaños con respecto a las anteriores elecciones-, con un 27% de porcentaje -y una pérdida total del 58% de su electorado-, con lo que el actual primer ministro Chris Hipkins, que apenas estuvo unos meses en el cargo, tras la renuncia de la mediática Jacinda Ardern, se queda sin opciones para seguir al frente de un gobierno laborista. Y eso pese a la fuerte subida de sus eventuales socios, el Green Party, copresidido por James Shaw y Marama Davidson, que suben cuatro escaños, hasta los 14, con el 10,7% de los votos. “Tal y como están las cosas, los laboristas no están en condiciones de formar otro gobierno”, declaró el primer ministro Hipkins, tras conocer los resultados.


De todos modos, la formación del nuevo ejecutivo no estará exenta de complejidades, ya que el conservador National Party necesitará el apoyo de los ultraderechistas de ACT New Zealand (Association of Consumers and Taxpayers), un partido que se denomina como libertario -como el movimiento de Milei, en Argentina-, y que aboga por una reducción del Estado, y de los servicios públicos, así como un mayor gasto en defensa y la reinstalación de prisiones privadas. El partido liderado por David Seymour, que logra captar casi un 9% del voto, logra 11 diputados, uno más que en la anterior legislatura, con lo que, sumados a los diputados del National, lograrían un gobierno con mayoría absoluta.


En quinto lugar ha quedado el populista New Zealand First, que posibilitó el gobierno de coalición de Jacinda Ardern, entre 2017 y 2020. El partido liderado por Winston Peters regresa al parlamento neozelandés con ocho diputados, con un incremento de 3 puntos porcentuales, situándose en el 6,4%, aunque pierde su papel clave para formar gobierno que tuvo en el pasado.


En centroizquierdista Māori Party, que representa a la minoría indígena, ha duplicado su representación, pasando de 2 a 4 diputados, subiendo hasta un 75% en el porcentaje de sus apoyos, unos apoyos que son mayoritarios entre la población maorí, a pesar de que el gobierno laborista nombró en 2020 a una maorí, Nanaia Mahuta, como ministra de Asuntos Exteriores, en el segundo gobierno de Arden.


Todavía queda por despejar la incógnita de cómo afectará el cambio de gobierno a las relaciones con China, en ese complejo puzzle geopolítico que se está tejiendo en la región del Pacífico, no siempre en el foco informativo, pero muy importante para la lucha de Estados Unidos por mantener una hegemonía mundial que está en disputa por la alianza de los BRICS.

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