Por Marc Vandepite | De Wereld Morgen
(Foto: Secretaría de Prensa del Gobierno de Estados Unidos)
Los escándalos y las demandas siguen persiguiendo a Trump, pero por ahora no tiene que ir a la cárcel y es muy dudoso que eso ocurra antes de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2024. E incluso desde la cárcel, aún podría competir por la presidencia.
Trump logra utilizar las acusaciones en su contra como trampolín para su reelección. Tras las acusaciones anteriores pudo contar con un aumento de las donaciones para su campaña presidencial. De hecho, según The Economist, los juicios de Trump serán una baza importante de su campaña. "Llamarán la atención sobre él y su mensaje de desafío intrépido a pesar de la persecución".
Una encuesta reciente muestra que actualmente puede contar con el 52 por ciento de los republicanos. Su primer rival, De Santis, tiene que conformarse con el 17 por ciento.
Tampoco carece en absoluto de posibilidades de ganar en su duelo con Biden. Debido a su edad, el actual presidente tiene un grave problema de imagen, aunque donde Biden tiene un grave problema es sobre todo en el frente socioeconómico.
Los salarios de los trabajadores bajo Trump superaron la inflación por primera vez en años, mientras que con Biden cayeron en términos reales. Hoy en día el salario mínimo federal sigue siendo unos míseros 7,25 dólares la hora (un adolescente que hace de canguro cobra el doble) y en el caso de mucha gente los gastos hipotecarios están cada vez más fuera del alcance de su presupuesto .
En Estados Unidos no están garantizadas las bajas por paternidad y enfermedad, y la esperanza de vida ha descendido en los últimos años. Ahora está incluso por debajo de China. De ahí que apenas un tercio de la ciudadanía estadounidense apruebe las políticas socioeconómicas de Biden y también que solo un tercio de las personas afroestadounidenses -un grupo electoral clave para los demócratas- afirme que las políticas de Biden han ayudado a la población negra.
Comparado con el mismo periodo durante la presidencia de Trump, en los últimos 18 meses ha aumentado la cantidad de ciudadanos que opinan que su país va en la dirección equivocada.
Una vez elegido, Trump podría utilizar su poder para conseguir que se desestimen las causas judiciales contra él. Existe incluso la posibilidad de que se indulte a sí mismo.
En cualquier caso, Trump tiene unos claros planes para doblegar completamente el sistema político a su voluntad en caso de volver a ganar la Casa Blanca. Por ejemplo, quiere suspender partes de la Constitución y sustituir a los funcionarios actuales por funcionarios dóciles dispuestos a cumplir sus órdenes.
Quiere apoderarse del poder judicial, desmantelar organismos independientes como el Consejo Nacional de Relaciones Laborales (1)i y destruir prácticamente el poder del Parlamento, algo similar a lo que ocurre en Hungría o Polonia.
De hecho, una proporción cada vez mayor de la población (de Estados Unidos, pero también de aquí, de Europa) considera que ni está representada por su gobierno ni este le tiene en cuenta. Ve disminuir su poder adquisitivo mientras las grandes empresas y los bancos se embolsan unos beneficios inmensos. Espera mejores oportunidades para sus hijos, pero ve que ocurrirá lo contrario.
Por eso, cada vez más personas dejan de confiar en la clase política tradicional. La considera una camarilla que no las defiende, sino que actúa acorde con la élite. Esa es también la razón por la que depositan sus esperanzas en un líder fuerte y carismático que creen que pondrá fin a esa situación.
Es un mecanismo que se puede ver en casi todos los países occidentales hoy en día. Solo una profunda inversión en políticas socioeconómicas puede cambiar esta tendencia.
(Artículo publicado originalmente en neerlandés)
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